miércoles, 31 de octubre de 2007

JUEVES 1 DE NOVIEMBRE

Día litúrgico: 1 de Noviembre: Todos los Santos

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Comentario: Mons. Francesc Xavier Ciuraneta i Aymí, obispo de Lleida (España)
«Alegraos y regocijaos»
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.

martes, 30 de octubre de 2007

MIERCOLES 31 DE OCRUBRE

Día litúrgico: Miércoles XXX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Comentario: Rev. D. Lluís Raventós i Artés (Tarragona, España)
«Luchad por entrar por la puerta estrecha»
Hoy, camino de Jerusalén, Jesús se detiene un momento y alguien lo aprovecha para preguntarle: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Quizás, al escuchar a Jesús, aquel hombre se inquietó. Por supuesto, lo que Jesús enseña es maravilloso y atractivo, pero las exigencias que comporta ya no son tan de su agrado. Pero, ¿y si viviera el Evangelio a su aire, con una “moral a la carta”?, ¿qué probabilidades tendría de salvarse?
Así pues, pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no acepta este planteamiento. La salvación es una cuestión demasiado seria como para resolverla mediante un cálculo de probabilidades. Dios «no quiere que alguno se pierda, sino que todos se conviertan» (2Pe 3,9).
Jesús responde: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’» (Lc 13,24-25). ¿Cómo pueden ser ovejas de su rebaño si no siguen al Buen Pastor ni aceptan el Magisterio de la Iglesia? «¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!. Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Lc 13,27-28).
Ni Jesús ni la Iglesia temen que la imagen de Dios Padre quede empañada al revelar el misterio del infierno. Como afirma el Catecismo de la Iglesia, «las afirmaciones de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión» (n. 1036).
Dejemos de “pasarnos de listos” y de hacer cálculos. Afanémonos para entrar por la puerta estrecha, volviendo a empezar tantas veces como sea necesario, confiados en su misericordia. «Todo eso, que te preocupa de momento —dice san Josemaría—, importa más o menos. —Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves».

lunes, 29 de octubre de 2007

MARTES 30 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Martes XXX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Comentario: Rev. D. Lucas Francisco Mateo Seco (Pamplona-Navarra, España)
«¿A qué es semejante el Reino de Dios?»
Hoy, los textos de la liturgia, mediante dos parábolas, ponen ante nuestros ojos una de las características propias del Reino de Dios: es algo que crece lentamente —como un grano de mostaza— pero que llega a hacerse grande hasta el punto de ofrecer cobijo a las aves del cielo. Así lo manifestaba Tertuliano: «¡Somos de ayer y lo llenamos todo!». Con esta parábola, Nuestro Señor exhorta a la paciencia, a la fortaleza y a la esperanza. Estas virtudes son particularmente necesarias a quienes se dedican a la propagación del Reino de Dios. Es necesario saber esperar a que la semilla sembrada, con la gracia de Dios y con la cooperación humana, vaya creciendo, ahondando sus raíces en la buena tierra y elevándose poco a poco hasta convertirse en árbol. Hace falta, en primer lugar, tener fe en la virtualidad —fecundidad— contenida en la semilla del Reino de Dios. Esa semilla es la Palabra; es también la Eucaristía, que se siembra en nosotros mediante la comunión. Nuestro Señor Jesucristo se comparó a sí mismo con el «grano de trigo [que cuando] cae en tierra y muere (...) da mucho fruto» (Jn 12,24).
El Reino de Dios, prosigue Nuestro Señor, es semejante «a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,21). También aquí se habla de la capacidad que tiene la levadura de hacer fermentar toda la masa. Así sucede con “el resto de Israel” de que se habla en el Antiguo Testamento: el “resto” habrá de salvar y fermentar a todo el pueblo. Siguiendo con la parábola, sólo es necesario que el fermento esté dentro de la masa, que llegue al pueblo, que sea como la sal capaz de preservar de la corrupción y de dar buen sabor a todo el alimento (cf. Mt 5,13). También es necesario dar tiempo para que la levadura realice su labor.
Parábolas que animan a la paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada uno de nosotros.

viernes, 26 de octubre de 2007

DOMINGO 28 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Domingo XXX (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 18,9-14): En aquel tiempo, a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.
»El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’.
»En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España)
«¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí...»
Hoy leemos con atención y novedad el Evangelio de san Lucas. Una parábola dirigida a nuestros corazones. Unas palabras de vida para desvelar nuestra autenticidad humana y cristiana, que se fundamenta en la humildad de sabernos pecadores («¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»: Lc 18,13), y en la misericordia y bondad de nuestro Dios («Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»: Lc 18,14).
La autenticidad es, ¡hoy más que nunca!, una necesidad para descubrirnos a nosotros mismos y resaltar la realidad liberadora de Dios en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Es la actitud adecuada para que la Verdad de nuestra fe llegue, con toda su fuerza, al hombre y a la mujer de ahora. Tres ejes vertebran a esta autenticidad evangélica: la firmeza, el amor y la sensatez (cf. 2Tim 1,7).
La firmeza, para conocer la Palabra de Dios y mantenerla en nuestras vidas, a pesar de las dificultades. Especialmente en nuestros días, hay que poner atención en este punto, porque hay mucho auto-engaño en el ambiente que nos rodea. San Vicente de Lerins nos advertía: «Apenas comienza a extenderse la podredumbre de un nuevo error y éste, para justificarse, se apodera de algunos versículos de la Escritura, que además interpreta con falsedad y fraude».
El amor, para mirar con ojos de ternura -es decir, con la mirada de Dios- a la persona o al acontecimiento que tenemos delante. Juan Pablo II nos anima a «promover una espiritualidad de la comunión», que -entre otras cosas- significa «una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado».
Y, finalmente, sensatez, para transmitir esta Verdad con el lenguaje de hoy, encarnando realmente la Palabra de Dios en nuestra vida: «Creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso» (San Juan Crisóstomo).







SABADO 26 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Sábado XXIX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 13,1-9): En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».

Comentario: Rev. D. Antoni M. Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)
«Fue a buscar fruto y no lo encontró»
Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.
Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de escuchar y leer sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.
Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.
¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?
—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes hipocresías!

jueves, 25 de octubre de 2007

LA ARMONIA DE LA CREACION

LA CONTEMPLACIÓN DE LA NATURALEZA, REVELA NO SOLO AL CREADOR, SINO TAMBIEN NUESTRO PAPEL EN EL MUNDO QUE ÉL CREO.
CON FE LA NATURALEZA REVELA LA GRANDEZA DE NUESTRA DIGNIDAD, COMO SERES CREADOS A SU IMAGEN Y SEMEJANZA. PARA TENER VIDA, PARE TENER VIDA ABUNDANTE Y PARA RESTABLECER LA ARMONIA ORIGINAL DE LA CREACIÓN, DEBEMOS RESPETAR LA IMAGEN DIVINA PRESENTE EN TODA LA CREACIÓN, EN ESPECIAL EN LA VIDA HUMANA.

PAZ DURADERA

LA PAZ QUE PERDURA SE CARACTERIZA POR LA MÚTUA ACPTACIÓN Y POR LA CAPACIDAD DE PERDONAR SINCERAMENTE. TODOS NECESITAMOS SER PERDONADOS POR LOS DEMÁS. DEBEMOS POR LO TANTO ESTAR LISTOS PARA PERDONAR.PEDIR Y CONCEDER PERDÓN ES ALGO PROFUNDAMENTE DIGNO DE LA HUMANIDAD. A VECES ES LA ÚNICA SALIDA PARA SITUACIONES MARCADAS POR EL ODIO VIOLENTO Y ANCESTRAL

MIRE EL ESPEJO Y VI UN EXTRAÑO QUE SE REPRIME

STEPHEN COVEY

Extraído del libro de Stephen Covey. (Viviendo los 7 hábitos)Observen en esta historia que sucede cuando el trabajo es el centro de nuestras actividades y afectos. También el profundo remolino cuando se agrega un nuevo centro, incluso uno tan importante como la familia. Por último debemos llegar a una tercera alternativa, una que envuelva y valorice todas las áreas importantes: un centro de principios. Cuando lo logremos como lo hizo este hombre, habrá llegado el equilibrio que buscamos, iremos mas al fondo de las cosas y tendremos orden e integridad en nuestro carácter y en su aspecto emocional. El resultado será una reducida necesidad de controlar a los demás, lo mismo que mayor productividad y felicidad en todas las áreas de nuestra vida.Pase toda mi vida adulta concentrado en mi trabajo. Laburaba de 12 a 14 horas al día seis días a la semana, para salir adelante. Constantemente me esforzaba por destacarme y ser recompensado. Aceptaba asignaciones de viajes, porque con eso daba la impresión de que era devoto de la empresa. Nos mudamos al centro de Chicago para estar más cerca de la oficina matriz. Pensaba que mi señora adoraba vivir ahí, y que le gustaba vivir así.Luego nació mi hijo. Como quise pasar más tiempo con él y con mi esposa, trataba de repartirme entre mi familia y el trabajo. Me sentía mal con mi familia por un lado y mal con el trabajo por el otro . Si dedicaba tiempo a mi familia, la parte del trabajo se afectaba, en la oficina debía correr de un lado para otro. Eso significaba dejar a mi familia. Entonces corría para estar con mi familia. Sentía que estaba corriendo entre dos puntos opuestos toda la semana. Lo intenté mucho, pero no logré equilibrarlo. No importaba lo rápido que corriera para ir a los dos lugares, no me era posible mantener un balance. Como me cansaba mucho me volví irritable, me olvidaba de lo que estaba haciendo, vociferaba a todo el mundo, y cada vez me alcanzaba menos el tiempo.Cuando empecé a pensar seriamente, sobre el principio de poner “primero lo primero”, me di cuenta de que mis prioridades no eran las correctas. No podía tener trabajo y familia a la vez, como el centro de mi vida. Si lo hacía, mi familia pasaría a un segundo plano como había estado hacía años. Necesitaba definir lo que era importante para mí. (Hábito dos: “comenzar con el fin en mente”). Luego ajustar mi vida de manera que mis acciones fueran congruentes con mis prioridades. (Hábito tres:”poner primero lo primero”). Solo entonces sentiría que mi vida tenía balance y que tenía un propósito.Al observar la manera que hacía mi trabajo me vi como un extraño que se reprimía. Me gustaba estar en la oficina para conocer toda decisión y ver sobre los hombros de los demás, para asegurar que todo se realizara como a mí me gustaba. Pensaba que nadie hacia las cosas como yo. En consecuencia, mi vida estaba llena de basura; por otro lado, reportes sin importancia, cuestionarios y hojas de datos llenaban mis días. Sentía que tenía que hacerme cargo de todo eso porque solo yo lo hacía bien. Estaba totalmente equivocado, al no delegar funciones, propiciaba el fracaso de los que estaban a mi cargo, pues no les daba la oportunidad de demostrar sus habilidades.Empecé entonces a dejar a los demás participar en esos asuntos. Mis compañeros de equipo tenían un rol más activo, en tanto que yo asumí el papel de consejero en la mayoría de los proyectos. Supe que ellos se sintieron más integrados.Para mi asombro y un poco de disgusto, me di cuenta que aquellos proyectos tan importantes que solo yo podía hacerlo, iban muy bien. Todos estaban contentos y yo tenía menos trabajo que realizar, lo cual significaba la revelación de todas las revelaciones: que tenía mas tiempo para dedicarle a lo realmente “importante”. Comencé por tomarme una hora para comer, lo cual lo hacía con mi esposa e hijo en ocasiones, aprendí el software, que usábamos en la oficina, mi productividad aumentó muchísimo. Pensé que con todo este tiempo libre habría oportunidad hasta de tomar unos cursos. (“Hábito 7, afilar la sierra”)Mi vida familiar cambió dramáticamente, nos fuimos a vivir en las afueras de Chicago, a un pequeño pueblito campestre. Resultó que a mi esposa nunca le había gustado vivir en la ciudad, y yo nunca pude darme cuenta: no tenía tiempo. En vez de pasar todo el tiempo en la oficina, mi hijo y yo disfrutábamos, íbamos al cine, comíamos rosetas de maíz, tomábamos alguna bebida y disfrutábamos del filme.

Llevo una mejor relación con mi esposa, pasamos más tiempo juntos y hacemos lo que queremos: caminamos, nadamos, andamos en bicicleta, y por sobre todas las cosa hablamos mucho. Ahora disfruto mucho mi vida, incluso hago bromas y me rio mucho.Lo que es más importante es que ya no estoy entre dos amos, la vida no es tan agitada como pensaba: hoy conozco la diferencia entre “QUE TRABAJO DEBE HACERSE Y CUAL PUEDE HACERSE” .Sobre todo el que no hay que realizar. Ese ya lo deje hace tiempo.“Cuando estamos entre dos valores, ambos buenos por lo general terminamos mal con los dos”. Tal es el caso entre el valor del trabajo y el de la familia .Enfocarse en un propósito o principio más alto no compromete.Se puede lograr mayor éxito y tener sinergia entre las acciones o los compromisos que se acepten.Para algunos el aspecto más importante de esta historia sería el cambio de paradigma que se llevó a cabo cuando nació el hijo de este hombre. Un paradigma es cómo se ve la realidad, el punto de vista propio del mundo. La manera más rápida de trasformar el paradigma de una persona es modificar su papel. Tan pronto como invertimos nuestro papel de esposo y padre, vemos el mundo diferente. Los cambios de paradigma o percepción son más profundos que los de conducta o actitud. Siempre he creído que si uno quiere una mejora significativa debe trabajar en su paradigma. Si las quiere menores, cuide su conducta y sus actitudes. Ya una vez, con un paradigma correcto de la realidad, donde el mapa refleje el territorio, trabaje en su conducta y sus actitudes..

EQUILIBIO

HABITACION 602 DE TERAPIA INTENSIVA-ONCOLOGIA

“Esta difícil situación de una gerente presionada por un proyecto urgente, de un jefe inseguro y una madre moribunda, ilustra el singular poder de la sinergia.”
Soy la madre de dos adolescentes, no tengo esposo y profesionalmente estaba en un momento crítico de mi carrera. Fui la gerente de proyecto de una iniciativa corporativa durante dos años. El proyecto estaba a punto de culminar y, anticipándome a su conclusión empezaba a asumir alguna de las responsabilidades de mi nuevo puesto en otra área. Sin embargo la orden fue clara: termina el proyecto lo antes posible.

Al mismo tiempo mi madre, que vivía a 2.000 kilómetros al sur de Texas, fue diagnosticada con cáncer. El pronóstico era peor de lo que esperábamos. Cuando el médico terminó la cirugía exploratoria nos dijo: en palabras que recuerdo hasta el día de hoy, “no hay nada que podamos hacer, le doy entre dos semanas y tres meses de vida.

La vida nos enseña como tener equilibrio para determinar lo que es importante. Obviamente la condición de mi madre era mi enfoque principal, como lo era mi carrera. L cuestión era de equilibrio. ¿Cómo podía pasar con mi madre todo el tiempo posible , cuidándola, y terminar el proyecto de manera profesional? Convencida de que no podría lograr ambas cosas debido a la distancia, concluí que debía dejar el proyecto y pedir a mi familia que nos fuéramos a vivir con mi madre.

Al tomar la decisión , necesitaba aplicar los hábitos interpersonales. (pensar ganar-ganar; BUSVAR PRIMERO ENTENDER Y LUEGO SER ENTENDIDO; Sinergizar) , para trabajar con mis empleados. Pensar ganar-ganar, fue fácil en ese caso. En realidad era devota de mi compañía; no quería dejarlos solos en este proyecto. Quería ganar para la empresa, pero sabía que necesitaba estar cerca de mamá en esas últimas semanas. Entonces pensé que dejar el proyecto a otra persona sería mejor para la compañía.

Me acerqué a mi supervisora para buscar primero entender. Ella era nueva en la compañía. Su desempeño era vigilado y necesitaba dar una buena impresión, por lo cual el proyecto debía terminar a tiempo y de forma efectiva.
Ella también uso el hábito 5 para primero entender mis necesidades y las de mi familia. Aprendí una lección clave ese día: cuando dos partes aplican con honestidad los hábitos 4 y 5, la sinergia fluye de modo natural. Uno no necesita hacer sinergia; ésta es la recompensa de pensar ganar-ganar efectivamente y buscar primero entender.
Durante los tres meses siguientes continué con mis responsabilidades en el proyecto, con una computadora portátil en el cuarto del hospital de mi madre. Si era necesario reunirse los compañeros de la oficina lo hacían y yo me unía a ellos vía telefónica, desde mi oficina temporal, la habitación 602. Por primera vez en su vida, mi madre estaba fascinada al ver a su hija trabajando. Comentaba sobre mis contribuciones a las reuniones y me preguntaba aspectos del proyecto. Le proporcioné una buena diversión a esa rutina de inyecciones, medicamentos, médicos y enfermeras. Al final el proyecto terminó exitosamente y pude pasar con mi madre hermosas horas, días y semanas.

El momento clave en esta historia ocurre cuando esta persona se acerca a la supervisora y comparte su dilema. Muchas personas titubean para hacer algo así porque tienen que confrontar sus miedos, en particular el temor de no terminar con el resultado deseado. Alguien lo contextualizó de manera hermosa “El valor es la calidad de toda cualidad en su puno de prueba más alto”.
El discernimiento clave que la mujer adquirió fue que la sinergia es el fruto.


VIERNES 26 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Viernes XXIX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,54-59): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
Comentario: Rev. D. Frederic Ràfols i Vidal (Barcelona, España)

«¿Cómo no exploráis este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?»
Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el cielo. Esta mañana, después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha aparecido luminoso y claro en uno de los días más espléndidos de este otoño. Vamos entendiendo en el tema de cambios de tiempo, ya que ahora los meteorólogos son casi como de la familia. En cambio, nos cuesta más entender en qué tiempo estamos o vivimos: «Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que escuchaban a Jesús dejaron perder una ocasión única en la historia de toda la Humanidad. No vieron en Jesús al Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora de la salvación.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente dramático».
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.
No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.

miércoles, 24 de octubre de 2007

JJUEVES 25 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Jueves XXIX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo. ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Comentario: Rev. D. Joan Marqués i Suriñach (Vilamarí-Girona, España)
«He venido a prender fuego en el mundo»
Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús como una persona de grandes deseos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lc 12,49). Jesús ya querría ver el mundo arder en caridad y virtud. ¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de un bautismo, es decir, de la cruz, y ya querría haberla pasado. ¡Naturalmente! Jesús tiene planes, y tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es presa de una santa impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y los querríamos ver realizados enseguida. El tiempo nos estorba. «¡Qué angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12,50), dijo Jesús.
Es la tensión de la vida, la inquietud experimentada por las personas que tienen grandes proyectos. Por otra parte, quien no tenga deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es un triste, un amargado que acostumbra a desahogarse criticando a los que trabajan. Son las personas con deseos las que se mueven y originan movimiento a su alrededor, las que avanzan y hacen avanzar.
¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien alto! Busca la perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de tus obras, la de los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo máximo. No se asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú también! Recuerda las palabras de san Agustín: «Si dices basta, estás perdido. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que anda por el camino que el que corre fuera del camino». Y añade: «Examínate y no te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado». ¿Te mueves o estás parado? Pide ayuda a la Santísima Virgen, Madre de Esperanza.

COMENTARIOS DE SACERDOTES JESUITAS

Encuentros con la Palabra

Domingo XXX del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 18, 9-14) – 28 de octubre de 2007
“(...) por considerarse justos, despreciaban a los demás”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

Cuentan que un hombre que iba creciendo en su vida espiritual, llegó un momento en el que se dio cuenta de que era santo... En ese mismo instante, retrocedió todo el camino que había recorrido y tuvo que volver a comenzar desde cero. Cuando una persona va trabajando intensamente en su proceso de crecimiento espiritual, tiene que cuidarse de dos amenazas: la primera es perder la esperanza y pensar que nunca va a alcanzar la meta. La segunda, no menos peligrosa, es pensar que ya llegó. Las dos situaciones son igualmente nocivas. Ambas producen un estancamiento en el camino espiritual.

La parábola que Jesús nos cuenta este domingo, fue dicha para “algunos que, seguros de sí mismos por considerarse justos, despreciaban a los demás”. Dice Jesús que “dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano’. Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Dos actitudes que representan formas distintas de presentarse ante Dios. La primera, del que se siente justificado y seguro; cree que su comportamiento corresponde al plan de Dios; esta persona piensa que no necesita crecer más; tal como está, merece el premio para el cual ha venido trabajando intensamente. La segunda, del que se siente en camino, con muchas cosas por mejorar; se sabe necesitado de Dios y de su gracia; se sabe incompleto, en construcción.

La conclusión de Jesús es que el “cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el fariseo, no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”. Esta es la lógica del reino de Dios. Una lógica que contradice nuestra manera de pensar. Hay que reconocer que es bueno ser conscientes de nuestros avances y logros; ciertamente, es sano saber que nos comportamos bien y que nuestra manera de obrar está de acuerdo con el plan de Dios. Todo esto coincide con una sana autoestima, tan valorada recientemente por algunas corrientes psicológicas. Pero no debemos olvidar que esta actitud puede llevarnos a perder de vista lo que nos falta por avanzar en el propio camino espiritual; y, por otro lado, puede producir una actitud de desprecio por aquellos que, por lo menos aparentemente, van un poco más atrás.

Por otra parte, si vivimos en la verdad, reconociendo nuestros propios límites, sabiendo que no estamos terminados, tendremos siempre la alternativa del crecimiento; podremos avanzar siempre más adelante. Cuando acogemos nuestra frágil humanidad, en toda su complejidad de luces y sombras, y somos conscientes de nuestros defectos, comienza en ese mismo momento a generarse el proceso de la sanación interior. No hay sanación que no pase por el propio reconocimiento del límite. Esto supone mantener siempre activa la esperanza para seguir caminando, aunque todavía sintamos que nos falta mucho para llegar al final de nuestro crecimiento espiritual. Tan peligroso para nuestra vida es dejar de caminar, como pensar, antes de tiempo, que ya llegamos.

* Sacerdote jesuita, Director del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE)
Página WEB del CIRE: http://www.cire.org.co/
Nota: Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a mailto:herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.

martes, 23 de octubre de 2007

MIERCOLES 24 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Miércoles XXIX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

Comentario: Rev. D. Josep Lluís Socías i Bruguera (Badalona-Barcelona, España)
«Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre»
Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio, podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt 25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra existencia.
«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 20,40), acaba diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.
«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad, hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.

lunes, 22 de octubre de 2007

MARTES 23 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Martes XXIX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».

Comentario: Rev. D. Miquel Venque i To (Barcelona, España)
«Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda»
Hoy es preciso fijarse en estas palabras de Jesús: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc 12,36). ¡Qué alegría descubrir que, aunque sea pecador y pequeño, yo mismo abriré la puerta al Señor cuando venga! Sí, en el momento de la muerte seré yo quien abra la puerta o la cierre, nadie podrá hacerlo por mí. «Persuadámonos de que Dios nos pedirá cuentas no sólo de nuestras acciones y palabras, sino también de cómo hayamos usado el tiempo» (San Gregorio Nazianceno).
Estar en la puerta y con los ojos abiertos es un planteamiento clave y a mi alcance. No puedo distraerme. Estar distraído es olvidar el objetivo, querer ir al cielo, pero sin una voluntad operativa; es hacer pompas de jabón, sin un deseo comprometido y evaluable. Tener puesto el delantal significa estar en la cocina, preparado hasta el último detalle. Mi padre, que era agricultor, decía que no se puede sembrar si la tierra no está a punto; para hacer una buena siembra hay que pasearse por el campo y tocar las semillas con atención.
El cristiano no es un náufrago sin brújula, sino que sabe de dónde viene, a dónde va y cómo llegar; conoce el objetivo, los medios para ir y las dificultades. Tenerlo en cuenta nos ayudará a vigilar y a abrir la puerta cuando el Señor nos avise. La exhortación a la vigilancia y a la responsabilidad se repite con frecuencia en la predicación de Jesús por dos razones obvias: porque Jesús nos ama y nos “vela”; el que ama no se duerme. Y, porque el enemigo, el diablo, no para de tentarnos. El pensamiento del cielo y del infierno no podrá distraernos nunca de las obligaciones de la vida presente, pero es un pensamiento saludable y encarnado, y merece la felicitación del Señor: «Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!» (Lc 12,38). Jesús, ayúdame a vivir atento y vigilante cada día, amándote siempre.

domingo, 21 de octubre de 2007

samuel y mi belen


EN LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

Enviado el Sábado, 20 de Octubre del 2007 por gregor hill nos envió esto: " En el proceso del despertar de la conciencia, como en todas las iniciaciones, pasamos, por lo que algunos llaman, la noche oscura del alma. En mi caso lo llamaría atravesar un desierto. Como sea que lo llamemos, hemos dado un "salto al vacío".En este punto, sólo nos queda aferrarnos a nuestro centro, mantener el norte, aunque no sepamos cómo dirigirnos hacia él, y a pesar de nuestra angustia, dudas y miedos, sólo queda entregarse... morir a nuestros viejos esquemas; para así, permitir el florecimiento de lo nuevo. Al igual que en los procedimientos alquímicos, para que se dé la transmutación del metal, primero ha de pasar por la putrefacción.Pero, ¿cómo morir conscientemente?, ¿cómo entregarnos?, ¡ha de ser desde el corazón! Sin embargo ¿como llegar hasta él?. Se nos ha enseñado el camino de la mente, pero ¿y el del corazón?. Entre mas "pensemos ", más nos perdemos, quedando presos de nuestros miedos, a merced de la inercia, que intenta llevarnos a nuestro estado anterior "más cómodo, conocido y aparentemente seguro". Entonces, se desata una lucha interior. ¡Hay que dar el paso, y no sabemos cómo!. Al final, tras nadar en contra de la corriente, estamos agotados.El morir-renacer desde el corazón, es por el contrario un proceso fácil, no implica lucha sólo entrega..., no es resistencia, sino flexibilidad...sólo necesitamos ponernos de rodillas!.Hace falta mirarnos en nuestra justa dimensión, re-conocernos en nuestro dolor, sincerarnos con humildad y responsabilidad, permitir el desintegrarnos, llorar lo que sea necesario y sobretodo, ¡confiar!. El fuego del dolor, a la luz del amor, es la alquimia de la conciencia...Entonces con humildad "pido" , me "re-conozco", hago mi dolor "verbo". Y así, al pedir, me abro para recibir; Al "re-conocerme",me miro con sinceridad y humildad dejando a un lado el ego; parto de mi visión interior. Y a la luz de la sinceridad, que es verdad, y que parte de la mirada de un corazón humilde, responsable, Implico el reconocimiento vivo de mi propio ser. Consigo ascender del ego, del prejuicio, al Amor. A la aceptación sin condiciones. Al hacerlo "verbo", implico concientemente la energía de la inteligencia activa; el hombre que tras aceptar, opta y adopta una postura. "Éter alquímico", creatividad....y "el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…"".Solo nos queda "confiar", es decir volver al corazón. La confianza es intuición verdadera que nace de un corazón sereno.Por este medio, con cuidado y amor, descubriremos nuestra llama interna que ilumina "la noche oscura". Que es agua viva para atravesar el desierto; entonces, ya no caemos más al vacío, ¡ahora podemos volar!. El acero, se ha templado al fuego del dolor, para aportar nuestra propia nota a la sinfonía de la vida.(M.García)"
extraido de en paz.com
Rostros en la calle



Martin G.
Despierto en la mañana y los primeros rayos del sol iluminan mi rostro suavemente a través del follaje de los pinos afuera, y entre sus ramas veo por mi ventana el precioso azul del cielo; no puedo evitar pensar en mi corazón: “Que hermoso nuevo día para vivirlo ante la presencia de mi Dios”.Que alegría comenzar el día sabiendo que Dios me ama y que su presencia estará a mi lado en cada pensamiento, en cada lugar al que vaya, en cada situación en la que me encuentre, en cada dificultad y desafío al que deba hacer frente; que su protección me guardará cuando por horas estoy expuesto manejando por las calles de nuestras ciudades del Sur de California. Que motivación saber que estaré inspirado por Dios mientras haga mi trabajo; que tranquilidad saber que el mismísimo creador del universo y de todos nosotros es mi amigo y caminará conmigo todo este día, en cada pequeña detalle, llevándome hoy un peldaño más arriba en esta escalera de la vida.Pronto he de salir a la calle, y por la ventana de mi auto veré cientos de rostros. Los mismos que veo día tras día. Rostros de personas que no tienen este inmenso privilegio de conocer a Jesús; sin duda han escuchado de él, pero que están tan ocupadas corriendo de arriba para abajo como para ponerle siquiera un poquito de atención. Como dice la Biblia: “Solos y sin Dios en el mundo”. ¡Qué pensamiento tan triste!Rostros de hombres y mujeres, todos buscando desenfrenadamente cómo ganar unos dólares más, o cómo superar sus temores, o satisfacer sus deseos que nunca podrán ser satisfechos porque no los buscan del Unico que puede dar verdadera satisfacción.Rostros angustiados por un dolor, por una carga que no pueden sobrellevar solos, pero que bien podrían poner al cuidado de Dios, y él la llevaría por ellos hasta desaparecerla.Rostros de ancianos que han llegado al ocaso de su vida y que cuando miran hacia atrás, no ven sino dolor y equivocaciones, y comprenden que ya es casi demasiado tarde para crear un brillante y mejor futuro. Si en su escasa lucidez pudieran contemplar su presente, descubrirían que es tan vacío como todos los años pasados de oportunidades que malgastaron tras cosas vanas.Rostros de jóvenes estudiantes pensando cómo abordar su siguiente conquista, de la madre con sus niños rumbo a la escuela y preocupada de mil cosas, del trabajador con su lonchera rumbo a otro día de pesada rutina, del ejecutivo engrandecido ante sus propios ojos como un pequeño semi-dios por su traje nuevo y su lujoso carro, de la mujer angustiada porque su esposo no es lo que prometió ser, del hombre frustrado porque no encuentra lo que busca, de la muchacha envanecida y enamorada de sí misma, de niños que ni imaginan en su inocencia el camino tan equivocado por el que los llevan sus padres.Rostros y más rostros. Cientos y miles, pero todos tienen algo en común. Todos llevan la marca clara tras su dibujada apariencia, de estar muy ocupados en cosas urgentes, en un sinfín de problemas por resolver, de necesidades que saciar.Rostros de quienes olvidan lo único que es verdaderamente importante: Dios en el control de sus vidas. ¡Y qué diferencia esto haría!Un rostro así comenzaría el día elevando sus pensamientos al Dios de la vida; sería el rostro de alguien con la certeza de que todas sus cosas, todas sus ansiedades, todos sus problemas, todas sus preocupaciones, todos sus deseos, estarían ampliamente atendidos por quien sí tiene el poder para ocuparse de ellos, dejandote espacio para cosas mejores como soñar con un sueño que sí se cumplirá, ser feliz por el solo hecho de estar vivo, poder amar más allá de la familia y amigos, hallar como contribuír en la vida de los demás, estar agradecido por la oportunidad de un nuevo día.Ojalá tu tengas el rostro de aquel que supo buscar en el lugar correcto

LUNES 22 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Lunes XXIX del tiempo Ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

Comentario: Fray Lluc Torcal (Monje de Poblet-Tarragona, España)
«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»
Hoy, el Evangelio, si no nos tapamos los oídos y no cerramos los ojos, causará en nosotros una gran conmoción por su claridad: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes» (Lc 12,15). ¿Qué es lo que asegura la vida del hombre?
Sabemos muy bien en qué está asegurada la vida de Jesús, porque Él mismo nos lo ha dicho: «El Padre tiene el poder de dar la vida, y ha dado al Hijo ese mismo poder» (Jn 5,26). Sabemos que la vida de Jesús no solamente procede del Padre, sino que consiste en hacer su voluntad, ya que éste es su alimento, y la voluntad del Padre equivale a realizar su gran obra de salvación entre los hombres, dando la vida por sus amigos, signo del más excelso amor. La vida de Jesús es, pues, una vida recibida totalmente del Padre y entregada totalmente al mismo Padre y, por amor al Padre, a los hombres. La vida humana, ¿podrá ser entonces suficiente en sí misma? ¿Podrá negarse que nuestra vida es un don, que la hemos recibido y que, solamente por eso, ya debemos dar gracias? «Que nadie crea que es dueño de su propia vida» (San Jerónimo).
Siguiendo esta lógica, sólo falta preguntarnos: ¿Qué sentido puede tener nuestra vida si se encierra en sí misma, si halla su agrado al decirse: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19)? Si la vida de Jesús es un don recibido y entregado siempre en el amor, nuestra vida —que no podemos negar haber recibido— debe convertirse, siguiendo a la de Jesús, en una donación total a Dios y a los hermanos, porque «quien vive preocupado por su vida, la perderá» (Jn 12,25).

DOMINGO 21 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Domingo XXIX (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

Comentario: Rev. D. Pere Calmell i Turet (Barcelona, España)
«Es preciso orar siempre sin desfallecer»
Hoy, Jesús nos recuerda que «es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Enseña con sus obras y con las palabras. San Lucas se nos presenta como el evangelista de la oración de Jesús. Efectivamente, en algunas de las escenas de la vida del Señor, que los autores inspirados de la Escritura Santa nos transmiten, es únicamente Lucas quien nos lo muestra rezando.
En el Bautismo en el Jordán, en la elección de los Doce y en la Transfiguración. Cuando un discípulo le pidió «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1), de sus labios salió el Padrenuestro. Cuando anuncia las negaciones a Pedro: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lc 22,32). En la crucifixión: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Cuando muere en la Cruz: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu», del Salmo 31. El Señor mismo es modelo de la oración de petición, especialmente en Getsemaní, según la descripción de todos los evangelistas.
—Puedo ir concretando cómo elevaré el corazón a Dios en las distintas actividades, porque no es lo mismo hacer un trabajo intelectual que manual; estar en la iglesia que en el campo de deportes o en casa; conducir por la ciudad que por la autopista; no es lo mismo la oración de petición que el agradecimiento; o la adoración que pedir perdón; de buena mañana que cuando llevamos todo el cansancio del día. San Josemaría Escrivá nos da una receta para la oración de petición: «Más consigue aquel que importuna más de cerca... Por tanto, acércate a Dios: esfuérzate por ser santo».
Santa María es modelo de oración, también de petición. En Caná de Galilea es capaz de avanzar la hora de Jesús, la hora de los milagros, con su petición, llena de amor por aquellos esposos y llana de confianza en su Hijo.

jueves, 18 de octubre de 2007

SABADO 20 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Sábado XXVIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,8-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
»Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir».

Comentario: +Rev. D. Albert Taulé i Viñas (Barcelona, España)
«El Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir»
Hoy resuenan otra vez las palabras de Jesús invitándonos a reconocerlo ante los hombres. «Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios» (Lc 12,8). Estamos en un tiempo en que en la vida pública se reivindica la laicidad, obligando a los creyentes a manifestar su fe únicamente en el ámbito privado. Cuando un cristiano, un presbítero, un obispo, el Papa..., dice alguna cosa públicamente, aunque sea llena de sentido común, molesta, únicamente porque viene de quien viene, como si nosotros no tuviésemos derecho -¡como todo el mundo!- a decir lo que pensamos. Por más que les incomode, no podemos dejar de anunciar el Evangelio. En todo caso, «el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir» (Lc 12,12). Al respecto, san Cirilo de Jerusalén lo remataba afirmando que «el Espíritu Santo, que habita en los que están bien dispuestos, les inspira como doctor aquello que han de decir».
Los ataques que nos hacen tienen una gravedad distinta, porque no es lo mismo decir mal de un miembro de la Iglesia (a veces con razón, por nuestras deficiencias), que atacar a Jesucristo (si lo ven únicamente en su dimensión humana), o injuriar al Espíritu Santo, ya sea blasfemando, ya sea negando la existencia y los atributos de Dios.
Por lo que se refiere al perdón de la injuria, incluso cuando el pecado es leve, es necesaria una actitud previa que es el arrepentimiento. Si no hay arrepentimiento, el perdón es inviable, el puente está roto por un lado. Por esto, Jesús dice que hay pecados que ni Dios perdonará, si no hay por parte del pecador la actitud humilde de reconocer su pecado (cf. Lc 12,10).

VIERNES 19 DE OCTUBREE

Día litúrgico: Viernes XXVIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».

Comentario: P. Raimondo Sorgia Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)
«Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía»
Hoy, el Señor nos invita a reflexionar sobre un tipo de mala levadura que no fermenta el pan, sino solamente lo engrandece en apariencia, dejándolo crudo e incapaz de nutrir: «Guardaos de la levadura de los fariseos» (Lc 12,1). Se llama hipocresía y es solamente apariencia de bien, máscara hecha con trapos multicolores y llamativos, pero que esconden vicios y deformidades morales, infecciones del espíritu y microbios que ensucian el pensamiento y, en consecuencia, la propia existencia.
Por eso, Jesús advierte de tener cuidado con esos usurpadores que, al predicar con los malos ejemplos y con el brillo de palabras mentirosas, intentan sembrar alrededor la infección. Recuerdo que un periodista —brillante por su estilo y profesor de filosofía— quiso afrontar el tema de la postura de la Iglesia católica frente a la cuestión del pretendido “matrimonio” entre homosexuales. Y con paso alegre y una sarta de sofismas grandes como elefantes, intentó contradecir las sanas razones que el Magisterio expuso en uno de sus recientes documentos. He aquí un fariseo de nuestros días que, después de haberse declarado bautizado y creyente, se aleja con desenvoltura del pensamiento de la Iglesia y del espíritu del Cristo, pretendiendo pasar por maestro, acompañante y guía de los fieles.
Pasando a otro tema, el Maestro recomienda distinguir entre temor y temor: «No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más» (Lc 12,4), que serían los perseguidores de la idea cristiana, que matan a decenas a los fieles en tiempo de “caza al hombre” o de vez en cuando a testigos singulares de Jesucristo.
Miedo absolutamente diverso y motivado es el de poder perder el cuerpo y el alma, y esto está en las manos del Juez divino; no que el alma muera (sería una suerte para el pecador), sino que guste una amargura que se la puede llamar “mortal” en el sentido de absoluta e interminable. «Si eliges vivir bien aquí, no serás enviado a las penas eternas. Dado que aquí no puedes elegir el no morir, mientras vives elige el no morir eternamente» (San Agustín).

miércoles, 17 de octubre de 2007

PARA QUE ME SIRVE ESTO

PARA QUE ME SIRVE TODO ESTO

En la compañía donde trabajaba, lo más importante eran las ventas, vender, vender y vender.
Con tal objetivo, desde la casa central se capacitaba a los gerentes y team leaders en el dominio de las técnicas para manejar a los productores, asesores, o como quieran llamarles en todo lo que sea ventas. El nombre era lo de menos, todos nos alistábamos como “vendedores contratados”. No interesaba la identidad propia.
La empresa prestaba servicios las 24 horas del día y los siete días de la semana. No había domingos, feriados, ni día del trabajador. No éramos empleados, formábamos parte de la empresa sin pertenecer a ella, dependíamos de las ventas.
Era muy sencillo: al comienzo del período se establecían los objetivos de cada área. Todo se medía según los resultados. El que o vendía ni producía lo planificado; no alcanzaba los objetivos y tarde o temprano, quedaba en la calle.
Quedaba en la calle es un modo de decir, ya que para las ventas estábamos siempre en la calle. Una vez despedido, el empleado dejaba de “pertenecer” a la prestigiosa compañía multinacional, se quedaba sin el pin, sin los logos, sin los cursos de capacitación en el exterior, sin la tarjeta personal, sin el viaje a las convenciones, sin la fiesta de fin de año…con el currículo bajo el brazo y la carga social y familiar de ser desocupado.


AHORA PARATE Y PENSA

Si por alcanzar los objetivos de la empresa no estás alcanzando los objetivos personales, tarde o temprano estarás en problemas.
Es importante no perder el trabajo; pero hay otras cosas que estás perdiendo a cambio. ¿No es más preocupante haber perdido la fe por ejemplo? ¿De qué te sirve comprar el mundo en cuotas si a cambio te perdés de vivir la verdadera felicidad?
¿De qué te sirve conquistar el mundo entero, si a cambio perdés tu alma?, (le decía Ignacio de Loyola a su amigo Francisco Javier, citando al Evangelio)
La situación económica y laboral del país es preocupante, el desempleo sigue creciendo y volver a la calle a buscar trabajo sería fatal. Pero es más tremendo que en el atardecer de tu vida, te encuentres ante Dios con las manos vacías, desocupado de los problemas del prójimo y con la carpeta curricular de tu vida, bajo el brazo.

Extraído de “Apurado y sin tiempo” Pablo Córdoba

JUEVES 18 DE OCTUBRE

Día litúrgico: 18 de Octubre: San Lucas, evangelista

Texto del Evangelio (Lc 10,1-9): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».

Comentario: Fray Lluc Torcal OSB cist. (Monje de Poblet-Tarragona, Epaña)
«El Reino de Dios está cerca de vosotros»
Hoy, en la fiesta de san Lucas —el Evangelista de la mansedumbre de Cristo—, la Iglesia proclama este Evangelio en el que se presentan las características centrales del apóstol de Cristo.
El apóstol es, en primer lugar, el que ha sido llamado por el Señor, designado por Él mismo, con vista a ser enviado en su nombre: ¡es Jesús quien llama a quien quiere para confiarle una misión concreta! «El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir» (Lc 10,1).
El apóstol, pues, por haber sido llamado por el Señor, es, además, aquel que depende totalmente de Él. «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino» (Lc 10,4). Esta prohibición de Jesús a sus discípulos indica, sobre todo, que ellos han de dejar en sus manos aquello que es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los campos y da alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer lugar, el Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no estéis inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso» (Lc 12,29-30).
El apóstol es, además, quien prepara el camino del Señor, anunciando su paz, curando a los enfermos y manifestando, así, la venida del Reino. La tarea del apóstol es, pues, central en y para la vida de la Iglesia, porque de ella depende la futura acogida al Maestro entre los hombres.
El mejor testimonio que nos puede ofrecer la fiesta de un Evangelista, de uno que ha narrado el anuncio de la Buena Nueva, es el de hacernos más conscientes de la dimensión apostólico-evangelizadora de nuestra vida cristiana.

COMENTARIOS DE SACERDOTES JESUITAS

Encuentros con la Palabra
Domingo XXIX del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 18, 1-8) – 21 de octubre de 2007
“(...) orar siempre sin desanimarse”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

Hace algunos meses recibí este mensaje: “No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado”.
”De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos, que todos tenemos, recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. Tiempo... Cómo nos cuestan las esperas. Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos... Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi... nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué... Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés... ¿Para qué?”

La parábola de la viuda y el juez, que nos trae hoy la liturgia de la Palabra es un bello ejemplo de esto, aplicado a la vida de oración del cristiano: “Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. En el mismo pueblo había también una viuda que tenía un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero después pensó: ‘Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia’. Y el Señor añadió: ‘Esto es lo que dijo el juez malo. Pues bien, ¿acaso Dios no defenderá a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Les digo que los defenderá sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?” La propuesta del Señor es que tratemos de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Estamos llamados a gobernar aquella toxina llamada impaciencia; la misma que nos envenena el alma con sus prisas y afanes de cada día. Si no conseguimos lo que anhelamos, no deberíamos desesperarnos... quizá sólo estemos echando raíces...

martes, 16 de octubre de 2007

MIERCOLES 17 DE OCTUBRE

Día litúrgico: Miércoles XXVIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».

Comentario: Rev. D. Joaquim Font i Gassol (Igualada-Barcelona, España)
«Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello»
Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas lecciones: entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que han de tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol). En el Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo (23,1ss.) es bastante extensa y concreta. Todo el pensamiento del Señor concluye en que el alma de nuestra actividad han de ser la justicia, la caridad, la misericordia y la fidelidad (cf. Lc 11,42).
Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra actual colaboración con la Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la misma línea. Pero dar valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían los Maestros de la Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!» (Lc 11,46).
Es verdad que las personas que afinan tienen delicadezas de generosidad. Hemos tenido vivencias recientes de personas que de la cosecha traen para la Iglesia —para el culto y para los pobres— el 10% (el diezmo); otros que reservan la primera flor (las primicias), el mejor fruto de su huerto; o bien vienen a ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje de descanso o de vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo, todo ello con este mismo fin. Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo Evangelio. El amor es ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y méritos ante Dios.
El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los buenos padres son modelo: el ejemplo arrastra. Los buenos educadores se esfuerzan en vivir las virtudes que enseñan. Esto es la coherencia. No solamente con un dedo, sino de lleno: Vida de Sagrario, devoción a la Virgen, pequeños servicios en el hogar, difundir buen humor cristiano... «Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas» (San Josemaría).

domingo, 14 de octubre de 2007

EL PADRE NUESTRO DE DIOS

"Hijo mío, que estás en la tierra,
preocupado, solitario y tentado.
Yo conozco perfectamente tu nombre,
y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo.
No, no estás sólo, sino habitado por Mí,
y juntos construímos este Reino del que tú vas a ser el heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad,porque mi voluntad es que tú seas feliz,
ya que la gloria de Dios es el hombre viviente.
Cuenta siempre conmigo,y tendrás el pan para hoy,
no te preocupes; sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos.
Sabes que perdono todas tus ofensas, antes incluso de que las cometas;
por eso te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden.
Y, para que nunca caigas en la tentación,
cógete fuerte de mi mano, y yo te libraré del mal, pobre y querido hijo mío.

J.L. Martín Descalzo "

BUSACAR A DIOS

BUSCAR A DIOS (San Agustín)Enviado el Martes, 4 de Febrero del 2003 por gregor

Anónimo nos envió esto: "No le reces a Dios mirando al cielo, ¡mira hacia adentro! No busques a Dios lejos de ti, sino en tí mismo... No le pidas a Dios lo que te falta: ¡búscalo tú mismo!, y Dios lo buscará contigo, porque ya te lo dio como promesa y como meta para que tú lo alcances... No reproches a Dios por tu desgracia; ¡súfrela con Él! y Él sufrirá contigo; y si hay dos para un dolor, se sufre menos... No le exijas a Dios que te gobierne a golpe de milagros desde afuera; ¡gobiérnate tú mismo! con responsable libertad, amando, y Dios te estará guiando ¡desde adentro y sin que sepas cómo!.. No le pidas a Dios que te responda cuando le hablas; ¡respóndele tú!, porque Él te habló primero; y si quieres seguir oyendo lo que falta escucha lo que ya te dijo... No le pidas a Dios que te libere, desconociendo la libertad que ya te dió. ¡Anímate a vivir tu libertad! y sabrás que sólo fue posible porque tu Dios te quiere libre... No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo de amar y de saberte amado. ¡Ámalo tú! y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego, y que si tu puedes amar es porque Él te amó primero. San Agustín "

LA MARIPOSA AZUL

La Mariposa Azul
Enviado el Jueves, 16 de Junio del 2005 por gregor

Había una vez un viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes.
Las niñas siempre hacían muchas preguntas; alguna de ellas, él sabía responder, otras no.
El pretendía ofrecerles la mejor educación, por tanto mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.
El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar.
Impacientes las niñas decidieron inventar una pregunta que él no sabría responder.
Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio.
“¿Qué vas a hacer?”-
Preguntó la hermana, a lo cual le respondió:
“Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta”

“Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva la apretaré y la aplastaré.
Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡Será una respuesta equivocada!”
Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.
-“Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio ¿está viva o muerta?”
Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:
“Depende de ti… Ella está en tus manos.”
Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro.
No debes de culpar a nadie cuando algo falle: somos nosotros los responsables por aquello que conquistamos (o no conquistamos).
Nuestra vida está en nuestras manos. Dios nos la dio, como la mariposa azul… Nos toca a nosotros escoger que hacer con ella.

10 CONSEJOS

Diez consejos para vivir más sencillamenteEnviado gregor
admin nos envió esto:
"«Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir».Mahatma Gandhi He aquí diez sugerencias para que nuestro testimonio humano y cristiano sea luz para un mundo cada día más sofisticado y menos feliz.

1. Disfruta de tu hogar
Siéntete cómodo en tu casa. Haz que sea y parezca simple. No la recargues de adornos innecesarios. Evita que el televisor haga las veces de «hogar» o chimenea, desplazándolo a un lugar menos visible o poniéndole puertas. Aprende a decorar y reparar las cosas con tus manos. Redescubre el rito de las comidas en familia y sin televisión. No seas esclavo .del teléfono. Invita a tus amigos a tu casa y hazles sentirse bienvenidos. ¿Por qué no les preparas tú mismo la comida?

2. Corta con «El Corte»
No vuelvas a salir de tiendas por impulso o diversión, ni te creas todo lo que predican grades tiendas como, en España, “El Corte Inglés”. Evita que tu familia pase la tarde del sábado en la fórmula 9C: Coche (o carro en Hispanoamérica),centro comercial, compra, consola (de juegos de pago en vez de juegos en el parque), cine, cola (de la fila o de la famosa marca de Atlanta), cena y caravana (de vuelta a casa). No compres nunca en domingo. Establece días de consumo bajo o cero, en los que no se compra más que lo estrictamente necesario. Invierte más en las tiendas y comercios del barrio. Practica el trueque y el uso compartido. Compra cosas de segunda mano, productos con poco embalaje, de comercio justo y ecológicos. Sé fiel a la regla de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar: Abre los armarios y despréndete de cuanto no hayas usado en el último año. Dónalo o véndelo a una tienda de segunda mano. Aprende a decir no. Evita acumular cosas y costumbres innecesarias.

3. Sé responsable con tu dinero
Salda tus deudas. Intenta pagar siempre que puedas al contado; gastarás menos. Haz ajustes para vivir dentro de tus posibilidades. Analiza y recorta tus gastos. Calcula cuánto podrías ahorrarte si no compraras ciertos productos de marca. Que tu austeridad sea desde la alegría. Motívate con un compromiso solidario: lo que te sobra es lo que otra persona necesita para llevar una vida digna.

4. Detente a oler las flores
Quítate el grillete de la muñeca -al menos de vez en cuando- deja de depender tanto del reloj. Escucha tu reloj interior. Tómate días de retiro, de verdadero descanso, sin programa alguno. No estés hasta la última hora del día haciendo cosas o viendo la televisión. Un día a la semana acuéstate y levántate antes. Huye de todo lo que «enganche» y cree adicción. Vivir equilibradamente implica saber combinar las actividades que nos agradan y recrean. Cuando algo se convierte en una obsesión hay que buscar la forma de liberarse de su esclavitud.

5. Viaja hacia dentro
Sal con tiempo y camina; tu ser entero lo agradecerá. Si has de tomar un vehículo, que sea de transporte público. Haz que el tiempo en el autobús o el tren sea enriquecedor y cada día te parecerá más gratificante respecto al tiempo perdido en los atascos. Viaja hacia tu mundo interior con un tiempo de calidad dedicado a la meditación; descubrirás paisajes increíbles y enriquecerás todas las dimensiones de tu vida. Escribe un diario y disfruta mas de tu existencia. Visita a la gente que está sola, y pasea también, con respeto y admiración, por sus mundos personales. Si quieres conocer de verdad el mundo, descúbrelo por carreteras secundarias, comiendo su comida, bebiendo su vino, bailando su música y estando en contacto con la realidad.

6. Apaga la tele
Evita caer en la tentación de la televisión y su creciente número de canales como forma de pasar el tiempo. Cada día estamos ante ella una media de tres horas. Huye de la ilusión de que estás informado porque ves el telediario. Lee más. Pasea más. Escribe más a quienes amas. Aprende nuevas habilidades. Si hay niños pequeños en la casa, mira la tele con ellos y dales criterios para elegir. Dales alternativas, léeles cuentos, participa en sus juegos. Proponte leer todas las noches media hora. y recuerda: detrás de los medios de comunicación y de Internet hay grandes intereses políticos, sociales y económicos. Sé crítico con la información y contrástala. Separa los hechos de las opiniones y busca apasionadamente la verdad en todo momento, sin dejarte manipular.

7. Vive en la realidad
Cuida las relaciones humanas cercanas a ti y no caigas en una vida de simples amistades «virtuales». Convivir con los demás es siempre más difícil-y hermoso- que charlar con desconocidos en la red. El amor verdadero se vive en la vida diaria. Es más bonito y enriquecedor jugar un partido de fútbol o baloncesto que echar una partida con un simulador virtual. Un tamagotchi nunca será igual que una mascota.

8. No corras detrás de todo lo nuevo
Las nuevas tecnologías deben estar a nuestro servicio, no al revés. Utiliza el ordenador como herramienta y no como un fin en sí mismo. Compra sólo la cantidad de programas, periféricos y accesorios que vayas a utilizar. Párate a pensar si de verdad necesitas un teléfono móvil. Hay muchas formas de invertir tus recursos económicos que pueden ser más interesantes, humanamente enriquecedoras y baratas que el último videojuego.

9. Lleva una vida sana y cercana a la naturaleza
Haz ejercicio regularmente, pero sin caer en el culto al cuerpo perfecto. Cambia de hábitos alimentarios y renuncia totalmente a la comida basura. Utiliza productos menos procesados, más naturales. Consume más productos frescos, verduras y legumbres. Redescubre los sabores puros de la leche, el agua... y el vino. Asocia siempre el tiempo libre con la naturaleza. Date tiempo suficiente para dormir. Evita caer en la dependencia del alcohol, el tabaco y otros tipos de drogas. No merecen la pena.

10. Recupera el sentido de comunidad
No caigas en el sedentarismo. Comprométete en actividades que te obliguen a salir de casa. Conoce a tus vecinos. Participa en las asambleas de tu parroquia y en los grupos de jóvenes y de tiempo libre de tu barrio. Comprométete en acciones comunitarias o en una ONG. Sé solidario, sé un voluntario. Comparte lo que tienes, sobre todo lo que te sobra. Camina con otros por esta senda de una vida más simple y plena.
Por Juan Yzuel "

SIETE ICONOS FEMENINOS

Misión Joven, Nº 316, mayo de 2003. Mujeres en la IglesiaCONTEMPORÁNEAS DE HACE VEINTE SIGLOS.
Una mirada a siete iconos femeninos del EvangelioDOLORES ALEIXANDRE, religiosa del Sagrado Corazón. Profesora de Biblia en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid).Cuentan que un novicio jesuita preguntó un día al P. Kolvenbach, Superior General de la Compañía de Jesús: “Padre ¿Vd. cómo reza?”, “Rezo con iconos”. “Y ¿qué hace?, ¿los mira?” “No. Me miran ellos a mí...”Un icono reclama en un primer momento nuestra mirada pero, si hay algo que nos sorprende y nos atrae de ellos es que, sea cual sea el ángulo en que nos situemos, tenemos la sensación de que nos están mirando. Vamos a acercarnos a contemplar siete iconos de mujeres del Evangelio y lo haremos desde situaciones concretas que hoy vivimos, tratando de que su mirada nos comunique algo de lo que ellas experimentaron en la cercanía de Jesús.

1. ISABEL (Lc 1, 39-45)Un rasgo de nuestra sociedad es el individualismo, el ensimismamiento narcisista que nos centra y concentra en nuestro yo como lugar preferente de atención, dedicación, cuidado e inversión de casi todas nuestras energías disponibles. Da la sensación de que todo desde fuera invita a vivir ensimismados y sordos a las voces que nos vienen de más allá de nosotros mismos. Muchas fuerzas externas a nosotros nos llaman a reducir nuestra vida al tamaño de un bonsai, a encoger los deseos hasta reducirlos a los pequeños bienes accesibles y a conformarnos con pequeñas dosis de placer egoísta.Pero en ese ensimismamiento irrumpen también las "visitaciones": si releemos Lc 1,39-45, encontraremos a Isabel, la prima de María, como prototipo de una vida "visitada", de una existencia que corría el peligro de cerrarse en la pequeña felicidad de su fecundidad sorpresiva y en la que, sin embargo, se abrió paso una voz que venía de más allá de ella misma. Isabel escuchó aquella voz y supo reconocer a María como la nueva Arca de la Alianza que llevaba dentro la salvación. Y Lucas nos da el dato de que "el niño se puso a dar saltos de alegría en su vientre"(Lc 1,44).Isabel, "la visitada", puede enseñarnos a reconocer todo aquello que viene a nosotros envuelto en el disfraz de lo insignificante, algo que constituye una constante bíblica desde Abraham, aquel oscuro nómada que se reveló como portador de bendición, hasta los de la parábola del juicio final de Mateo 25.Hoy sabemos que la miseria que afecta a dos terceras partes del planeta no ha dejado de crecer en las últimas décadas, lo mismo que el impacto de la emigración y de la pobreza creciente. Y, cuando tenemos la tentación de hacernos los sordos a todas esas llamadas, el Evangelio nos ofrece como tesoro secreto la noticia de que es el Señor mismo quien se oculta bajo esos rostros. Por eso nos urge a estar siempre "de parte de los visitantes" y a saber descubrir como portadores de bendición a aquellos que irrumpen e incomodan nuestras vidas que tienden a replegarse y encerrarse. No están lejos de nosotros, nos rodean por todas partes, su voz es fácilmente audible. Bastaría quitarnos los auriculares un momento para escucharles llamando a nuestras puertas. Y abrirlas puede transformar nuestras vidas y llenarlas de alegría porque son las personas y no las cosas, la fuente privilegiada de felicidad.

2. ANA LA PROFETISA (Lc 2, 36-38)Pertenecemos a una generación devorada por la inmediatez, con enorme dificultad para encajar procesos de larga duración: navegamos por Internet, viajamos en trenes de alta velocidad, cocinamos en microondas, consumimos sopas instantáneas... La publicidad nos lo fomenta: "Disfrute hoy de su compra y pague dentro de ocho meses..."Y el problema está en que con frecuencia intentamos aplicar esos mismos ritmos a las relaciones humanas, pero ni una amistad, ni una pareja, ni una familia, ni una comunidad se forjan con esa medida ultrarrápida del tiempo, sino que necesitan procesoS lentos de crecimiento que se nos hace difícil aceptar.Ana, la profetisa, a quien el Evangelio nos presenta esperando toda su vida la llegada del Mesías y celebrando haberlo encontrado en sus últimos días, nos ofrece la sabiduría del saber esperar. La imagen que nos da de ella Lucas es que "le compensó" haber pasado la vida entera a la espera y que, como no quedó defraudada sino premiada con creces, su alegría se desbordó en la alabanza y el agradecimiento.Esperar algo requiere una cualidad que el Nuevo Testamento llama "aguante activo" y que solemos traducir por "paciencia", pero que tiene más de acoger que de soportar. Revela una capacidad de ser receptivo y eso sólo es posible con una confianza que se instala en el fondo y que da fuerza para acoger la vida concreta, los acontecimientos y las cosas en lo que pueden tener de dificultoso, duro, penoso o contrariante.Las imágenes que usa el Nuevo Testamento para hablar de esa actitud sugieren que el que espera empieza ya a disfrutar en el presente de aquello que es objeto de su espera, aunque la total posesión de lo que ya ha comenzado a gozarse no sea aún mas que objeto de promesa:- cuando un campesino pasea por su campo y ve el trigo apuntando, se alegra ya, aunque sepa que aún no está la cosecha en su granero y que sólo la posee en forma de promesa (cf Mc 4,26-29)- los invitados a un banquete tienen ya en las manos la invitación a las bodas, que pone en marcha los dinamismos de la preparación de la fiesta, la impaciente espera del momento en que llegue el novio que está ya en camino(cf Mt 22,1-2; 25,1-12)- el que "atesora un tesoro en los cielos" goza de saberlo a salvo en un lugar "donde no llega el ladrón ni roe la polilla" (Mt 12,33)- la mujer embarazada no tiene aún el hijo en sus brazos, pero vive de la promesa de su presencia y, en el momento del parto, está angustiada pero aguanta el dolor desde la alegría prometida de poder dar una nueva vida al mundo (cf Jn 16,21).Ana la profetisa puede comunicarnos algo del secreto de la esperanza.

3. LA SUEGRA DE PEDRO (Mc 1,29-31)Al invitarnos a recorrer junto a Jesús una de sus jornadas en Cafarnaúm (Mc 1,21-38), Marcos nos presenta una escena en la que vemos, como en maqueta, todo lo que va a ser la existencia de Jesús: "Después de salir de la sinagoga y con Santiago y Juan, se dirigió a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se la recomendaron. El se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles" (Mc 1,29-31).Una mujer anónima, a la que sólo conocemos referida a su yerno y poseída por la fiebre, fue introducida en la fiesta comunitaria del servicio fraterno por la mano liberadora de Jesús. Al comienzo del texto de Marcos, por tanto, es alguien en posición horizontal que es la de los muertos, separada de la comunidad y dominada por la fiebre. Al final del relato la encontramos en pie, curada y prestando servicio. Ha empezado a "tener parte con Jesús" (Jn 13,8). El secreto de la transformación se nos revela de una manera escueta: es el primer gesto silencioso de Jesús del que hay constancia en Marcos y tres verbos bastan para su sobriedad: "se acercó", "la cogió de la mano", "la levantó".En un mundo en el que las relaciones se establecen a través del poder, de la dominación, de una manera de ejercer la autoridad en que el fuerte se impone sobre el débil, el rico sobre el pobre, el que posee información sobre el ignorante, la escena de esta mujer curada por Jesús nos introduce en el nuevo orden de relaciones que deben caracterizar el Reino: en él la vinculación fundamental es la de la hermandad en el servicio mutuo.La praxis de Jesús desestabiliza todos los estereotipos y modelos mundanos de autoridad, descalificando cualquier manifestación de dominio de unos hermanos por otros: se inaugura un estilo nuevo en el que el "diseño circular" reemplaza y da por periclitado el "modelo escalafón". Su manera de tratar a la gente del margen pone en marcha un movimiento de inclusión en el que la mesa compartida con los que aparentemente eran "menos" y estaban "por debajo", invalidaba cualquier pretensión de creerse "más" o se situarse "por encima" de otros.Por eso, cuando Marcos nos presenta a la suegra de Pedro "sirviendo", nos está diciendo: aquí hay alguien que ha entrado en la órbita de Jesús, que ha respondido a su invitación de ponerse a los pies de los demás y por eso está "teniendo parte con él.".Muchas de las dificultades que tenemos en la vida relacional nos vienen de nuestra resistencia a ponernos en la postura básica de un servicio que no pide recompensas, ni reclama agradecimientos, ni se empeña en que "le pongan la medallita". Al que intenta vivir así, le basta con la alegría de evitar cansancio a otros y con el gozo de poder estar, como Jesús, con la toalla ceñida para lavar los pies manchados del camino de los hermanos. Imaginad la novedad que supondría este modo de relacionarnos con la gente y entre nosotros.

4. LA VIUDA POBRE (Lc 21,1-4)Dicen los sociólogos que la fragmentación es una de las características más clara del individuo posmoderno. No estamos enteros en las cosas ni en los encuentros, sino divididos, parcializados, presentes sólo con una parte de nuestro ser: estamos trabajando soñando con el fin de semana y estamos en la caravana de retorno a casa el domingo por la tarde añorando el “hogar, dulce hogar”.Nos cuesta tomar decisiones, nos aterra hacer elecciones que nos cierren posibilidades, huimos de compromisos duraderos que cojan a nuestra persona entera, nos horrorizan las palabras "definitivo", perpetuo, total... Preferimos que todo quede abierto, reservándonos siempre la posibilidad de marcha atrás.Aquella viuda pobre que echó la segunda monedita en el cepillo del templo provoca nuestro asombro y, por lo que se ve, también el de Jesús: tenía entre las manos dos monedas y no se puso a dudar, ni a calcular cuánto le darían a plazo fijo invirtiéndolas en un seguro de vejez o en el superlibretón de la Caixa, o haciendo apartados: esto para el abono a Canal Plus, esto para ir a Benidorm con el Inserso, esto para la letra del coche... Le pareció que era mejor jugárselo todo a una carta, la de la entrega, la de la totalidad, y toda ella estaba entera en su elección tan arriesgada. Toma la decisión temeraria de echar en el cepillo del templo y de una vez las dos moneditas que eran todo lo que tenía para vivir.En la admiración de Jesús por esa mujer se nota la alegría de una coincidencia de fondo: aquella mujer había aprendido, seguramente sin saberlo, aquella extraña sabiduría de Jesús de no atesorar para mañana, esos rasgos de desmesura, desproporción, abundancia, esplendidez, derroche, despilfarro que son característicos de las narraciones evangélicas. Da la sensación de que Jesús carece de sentido de la medida y por eso en Caná es una exageración la cantidad de agua convertida en vino (Jn 2,6), como lo son los doce canastos que sobran de los panes multiplicados (Mt 14,20).La viuda pobre nos ofrece el tesoro de practicar la convicción de que la mejor manera de vivir el futuro es entregárselo todo al presente, atreverse a entrar en la lógica alternativa del derroche y de la pérdida, en un talante de vida no basado en la reserva, la precaución y las previsiones, sino en la presencia apasionada en lo que se vive en el momento presente.Y podríamos empezar por las relaciones interpersonales: en ese campo "echarlo todo" significa que se está convencido de que sólo comprometiéndonos de todo corazón con la otra persona es como llegamos a conocerla de verdad, sólo cuando estamos dispuestos a entregar la segunda moneda, esa que siempre tenemos la tentación de reservarnos, es cuando empezamos a aprender algo de aquello que la viuda del Evangelio supo vivir tan bien: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo" (Lc 10, 28).

5. LA CANANEA (Mt 15, 21-28)Vivimos en tiempos de afirmación del pluralismo. Es un fenómeno que ha existido siempre: grupos y personas individuales con visiones distintas de las cosas y formas diversas de vivir. Hoy eso está acentuado y cada grupo procura afirmar su identidad a partir de lo que le es propio, diferente de los demás: pluralismo de cultura, grupos étnicos, ideas, religiones... El pluralismo puede crear, por un lado, una humanidad más capaz de convivir, pero también le amenazan dos peligros: el de una tolerancia pasiva (dejar pasar, dejar ser, dejar estar...) que lleva a la desintegración, al individualismo o a la autocomplacencia total y que no se deja cuestionar por lo diferente.Otro peligro es la intolerancia combativa: sólo mi grupo tiene razón y está en lo cierto, y todos los que no coincidan con él están equivocados. Esta aparente tendencia unificadora destruye la comunión porque no tolera lo diferente. El igualitarismo no crea comunión: masifica.El personaje de la mujer cananea subraya en su comienzo la distancia entre el judío Jesús y la mujer: él ha sido enviado solamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel y ella no pertenece a ese grupo sino a “los otros”. Los gentiles excluidos de la Alianza. Pero la actitud de ella, su confiada existencias, hace avanzar el diálogo, acorta las distancias, rompe las diferencias y la resistencia primera de Jesús se disuelve ante la fe de la mujer. Ambos encontraron los que les hacía “concordes”.Al crear el mundo, Dios introdujo el “principio separación”: desde entonces la comunión se crea a partir de lo diferente, no de lo igual. Se crea dialogando, colaborando en el contexto de una vida en común, entrando en un dinamismo enriquecedor de intercambio con lo diferente. La comunión se hace por la convergencia: cada grupo crece a partir de las propias raíces, integrando las riquezas que le aportan los demás.Catolicidad significa “pluralidad en la unidad”. Una antigua profesión de fe trinitaria dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son “concordes en la Trinidad”. Es decir, que son concordes precisamente en lo que los distingue.La mujer cananea no se cansó de insistir, de permanecer, de seguir luchando y expresando su inquietud. Y Jesús fue capaz de dejarse convencer, de entender sus razonamientos, de admirar su fe y de transformar su postura inicial. Al final, habían llegado a ser “concordes en la diversidad”. Y el resultado fue una niña rescatada de las garras del enemigo, una mujer cananea feliz por haber alcanzado la sanación de su hija y un judío, Jesús, que descubrió la revelación de que el Padre, a través de aquella mujer extranjera, le confiaba una misión que alcanzaba al mundo entero.

6. LA VIUDA DE NAIM (Lc 7,11-17)Dice el Cardenal Daneels que en cada momento de nuestra existencia decimos "adiós" a alguna persona o a alguna cosa, nos vemos enfrentados a la necesidad de despedirnos y de "hacer duelo": envejecemos, vemos apagarse nuestra energía; sufrimos al perder un ser querido: un hijo, el compañero o compañera de nuestra vida, un hermano o una hermana, un amigo, una buena vecina; sufrimos por un trabajo perdido o al que nos vemos obligados a renunciar; sufrimos por tantas heridas y tensiones, por el deterioro de nuestra imagen, por tantas oportunidades fallidas, por la perspectiva de nuestra propia muerte que se acerca inexorablemente... Y dicen los psicólogos que necesitamos aprender a procesar el duelo, saber decir "adiós" a lo que se va y "hola" a lo que llega.Vivimos en una cultura en que, por una parte, la muerte está omnipresente y, por otra, se la aleja en un intento de ignorarla, evacuarla y expulsarla de nuestra conciencia. Nadie se muere porque es ley de nuestra condición mortal, se muere por accidente, o por un error médico, o víctima de una enfermedad para la que aún no se ha encontrado remedio pero que será vencida en el futuro.El paso del tiempo se vive como desvalimiento, inseguridad y perplejidad; es una agresión, y se trata a toda costa de borrar sus huellas, como si fuera algo vergonzoso que hay que ocultar por educación y elemental buen gusto.Nos aferramos a todo lo que poseemos: dinero, fuerzas, trabajos, juventud, saberes, fama, imagen... la pérdida de cualquiera de esos "bienes" nos desconcierta, nos produce rebeldía y fácilmente nos hace caer en el abatimiento. Seguimos anclados en la nostalgia del pasado, incapacitados para mirar lo que nos está trayendo el presente, llorando por haber perdido el sol e impidiéndonos así, por culpa de las lágrimas, llegar a ver las estrellas, como decía R. Tagore.¿Qué sabiduría encontramos en el Evangelio para vivir de una manera contracultural las pérdidas y el paso del tiempo? Aquella mujer viuda de Naim, que había perdido su hijo único, nos representa a todos nosotros encajando a duras penas todos los adioses que la vida nos va imponiendo y el evangelio nos la presenta recibiendo de manos de Jesús al hijo perdido, ahora como un don y no como una posesión que se retiene compulsivamente. Posiblemente su relación con aquel hijo recobrado adquirió desde entonces otra dimensión preciosa: la del don gratuitamente recibido que no se puede agarrar como propiedad absoluta sino que se tiene entre las manos con agradecimiento y libertad.De aquella mujer aprendemos a saber relativizar, no perdiendo el interés por las cosas y las personas, sino dándoles su justa medida, la medida del amor, de la vinculación y el compromiso. Y a saber, como el árbol a quien le podan las ramas, que es el precio para poder seguir creciendo y dando fruto.

7. LAS MIRRÓFORAS (Mc 16,1-8)Para nadie es un secreto que vivimos tiempos oscuros y que nos sentimos perplejos y tentados de desánimo en incontables ocasiones.De las mujeres que fueron al sepulcro en la mañana de Pascua llevando perfumes quizá podamos aprender su capacidad de afrontar los acontecimientos con sabiduría y audacia.En primer lugar, encontramos a unas mujeres "mirróforas", es decir, portadoras de perfumes, que madrugan para ir a embalsamar el cuerpo de Jesús. La alusión al "primer día de la semana" y a la "salida del sol" acompañan su aparición en escena sumergiéndolas en un universo de nuevas significaciones: estamos en el comienzo de la nueva creación y la luz del Resucitado las envuelve en su resplandor.Son conscientes del tamaño de la piedra y de su imposibilidad de moverla, pero eso no es un obstáculo en su determinación de ir a embalsamar el cuerpo de Jesús.El joven sentado al lado derecho y vestido con una túnica blanca les dice: No temáis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron." Los títulos que se dan a Jesús: "Nazareno" y "Crucificado" nos remiten necesariamente al primer capítulo de Marcos: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios" (Mc 1,1) y nos hacen comprender algo del "proyecto teológico" del evangelista: los dos títulos del comienzo se van llenando de un contenido sorprendente según va avanzando su libro y el lector/catecúmeno va aprendiendo con asombro que el modo concreto elegido por el Padre para su Cristo y su Hijo no es el del triunfo, la gloria, el poderío o el resplandor luminoso, sino la oscura condición de un nazareno tenido por "uno de tantos" y el destino trágico de una muerte en cruz.Al llegar al final del evangelio de Marcos ya nadie puede engañarse: para reconocer al Cristo Hijo de Dios hay que bajar y no subir, hay que contar con el fracaso y con el dolor, hay que hacer callar a muchas imágenes falsas de Dios para abrirse a la que se nos revela en aquel galileo crucificado fuera de las murallas de Jerusalén.Por eso el final convoca a una cita en Galilea: "Id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo". Cada seguidor del Cristo Hijo de Dios tendrá, a su vez, que dar contenido a su condición de discípulo en la Galilea de su vida, tendrá que ir verificando la autenticidad de su seguimiento en el esfuerzo por ir acompasando su camino al de aquél que pasó haciendo el bien y no rehuyendo ningún quebrantamiento ni ninguna dolencia, sino haciéndose próximo a todo ello para sanarlo cargándolo sobre sí.El temor de las mujeres y su silencio se convierten así en un "cortejo adecuado" para el itinerario al que se invita al cristiano: ir a Galilea no es fácil y puede inspirar temor porque ahora ya sabemos cuál fue el final del que recorrió sus ciudades y sus caminos. Y lo que importa no es hablar sino seguir con atención el rastro de sus huellas.Pero el anuncio encierra una promesa que es ya ,de por sí, la mejor noticia: el que ya no se deja encerrar por la noche del sepulcro, ha tomado la delantera y espera en Galilea a los que quieran reunirse con él. Allí le verán. Allí le veremos también nosotros si, como aquellas mujeres, nos dejamos encontrar por él.