lunes, 4 de junio de 2007

"Nosotros no vemos el camino que queda delante de nosotros. Parece oscuro, pero Dios es Señor de todos los destinos y Su voluntad es amor. Así, pues, dejemos de lado todo lo demás y confiémonos completamente a Él, entregándonos nosotros mismos a Su amor, pidiéndole que nos ilumine y nos guíe en el camino de la acción positiva, si es que tal acción es viable. Aparte de esto, hemos de tener gran paciencia y una fidelidad inquebrantable a Su voluntad y a nuestros ideales".

Tomada de "Amigos de Thomas Merton"

"Padre, manténme, te ruego, en este silencio, para que yo pueda aprender de él la palabra de Tu paz, la palabra de Tu misericordia, la palabra de Tu dulzura para con el mundo, de manera que tal vez a través de mi testimonio Tu palabra de paz pueda hacerse oir en lugares donde desde hace tiempo nadie ha podido escucharla.
Investigar la verdad y aprender a sufrir por la verdad.
La luz misma y el consuelo del Espíritu: con eso me basta.
Amen".
Texto extraido de "Amigos de Thomas Merton"

Thomas Merton

Descubrir todas las implicaciones sociales del Evangelio, no a base del estudio sino de la práctica, y unirme yo explícitamente a quienes prevén y trabajan por un Orden social -una transformación del mundo- que esté de acuerdo con estos principios: primacía de la persona (y por lo tanto, justicia, libertad lucha contra la esclavitud, paz, control de la tecnología, etc) y primacía de la sabiduría y el amor (y por lo tanto, lucha contra el materialismo, el hedonismo, el pragmatismo, etc)" Thomas Merton.

"De: Amigos de Thomas Merton"

MARTES 5 DE JUNIO

Texto del Evangelio (Mc 12,13-17):

En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».
Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.
Comentario: Rev. D. Manuel Sánchez Sánchez (Sevilla, España)
«Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»
Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).
Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).
En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.
Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!