sábado, 9 de junio de 2007

VIRTUDES FEMENINAS




VIRTUDES FEMENINAS

Este tema es realmente apasionante para mi, y al mismo tiempo significa un enorme compromiso.
La Inteligencia, La sensibilidad, La maternidad, La comprensión, La fidelidad, El espíritu de sacrificio, La pasión, etc.
Que hermoso, cuantas bellas virtudes, si nos pusiéramos a cultivarlas, habría millones de flores sobre la tierra.
La mujer, hoy es indudablemente protagonista en todos sus ámbitos: profesional, hogar, política, arte etc.
La mujer trae consigo una sensibilidad dispuesta hacia la paz, la justicia, el amor. Los hombres saben que son mejores cuando tienen una mujer a su lado que les trasmite esta sabiduría ancestral, que constituye de algún modo la esencia femenina.
Se dice siempre que detrás de un gran hombre hay siempre una “gran mujer”.
Recorrer las virtudes femeninas, los valores que sostiene la femineidad, es descubrir y redescubrir las posibilidades de una sensibilidad que reúne la firmeza con la dulzura, la capacidad de sacrificio con la ternura, el amor con el orgullo.
En cada corazón de mujer que alberga estas virtudes late la esperanza de “UN MUNDO MEJOR”
Rescatemos pues aquellas virtudes que forman parte de nuestra esencia femenina, valoremos y pongamos en práctica, esta es la garantía de un mundo mas humano.
Reuní una selección de textos poéticos, filosóficos, cuentos, de diferentes autores, para poder internalizar mejor este tema preciosísimo.
Todo lo referente coloco en la entrada de VIRTUDES FEMENINAS, ya sean cuentos, poesías o relatos.
Me atrevo a comenzar por “LA PASION”.

¿Es diferente el amor de los hombres y las mujeres? Esta es “LA PREGUNTA DEL MILLON”.
No se trata de decidir quien ama más o menos, sino de ver la forma distinta que experimentan el amor, hombres y mujeres. Cuando observamos vemos que cuando una mujer se enamora sus reacciones son totalmente diferentes al las del hombre.
Una mujer ama, con todo el cuerpo y todo el corazón, le pertenece al amor y a su amor, se entrega a él por completo, sin renuncias ni concesiones: una mujer nunca entrega parte de su vida sino “su vida entera”.
Pero esto no la obnubila ni la ciega, puede ver al hombre tal como es, y amarlo en las virtudes y en los defectos, detectar sus necesidades y acompañarlo cuando la necesita.
El verdadero amor no es sinónimo de una vida ideal, sin contratiempos, sin obstáculos, hecha de dulzuras y mieles.
Amar de verdad es estar en medio de esa vida, descubriendo en el hombre amado los motivos que la hacen seguir, a pesar de tener que pasar tal ves por muchos sufrimientos.
Las pasiones femeninas no desfallecen, perduran o se desvanecen en un instante. Las mujeres no caen en un juego de medias tintas o de negociaciones, de esperas in fundadas, de falsas expectativas, aman los desafíos, se lanzan, deciden, viven el todo o la nada; una forma de vivir en que se apuesta el cuerpo y el corazón.
Amar para una mujer forma parte del aprendizaje, del sentido de la existencia.
Solo amando la vida cobra valor y es posible hallar un sentido para nuestro estar en el mundo.


LA PRINCESA DE LA TARDE

Porque eres la suavidad que consoló mi alma triste;
Porque piadosa pusiste tu encanto en mi soledad.
Porque fuiste la frescura que no se agota al beberla;
Porque en ti se volvió perla mi feroz desgarradura.

Porque buscando en mis duelos la intimidad del arrimo,
Fue tu inmolación un mimo de pichoncitos gemelos.
Porque en candor sin falacia, volcó en mi huerto sombrío
Tu tesoro de roció la azucena de tu gracia.

Porque te he herido tanto, que ya para más quererte,
Pagaría con la muerte el exceso de mi encanto.
Porque a pesar de la fe, que a tal precio se asegura,
Me embarga ya la dulzura de lo más que te querré.

Porque en sangrienta pasión, con besos hondos y sabios
Devoraron nuestros labios, ternura de corazón.
Porque en los dulces arcanos de aquel celestial martirio,
Me diste cetro en el lirio, que así erigieron tus manos.

Porque en tu tierno abandono, al granjearme la victoria,
Fuiste mi gloria, la gloria que en mi verso pisa un trono.
Porque dueña de mis rosas adunó tu gentileza,
El misterio y la belleza de nuestras tardes gloriosas.

Porque pálida de amar, tu delicada elegancia,
Me embriagó con la fragancia, de un jazmín crepuscular.
Porque en locos embelesos del dulce mal que te imploro
Imperiales grillos de oro, puse a tus pies con mis besos.

Pies que en el ansia fatal, de mis labios transfundidos,
Se entronizaron teñidos, de sangre de mi rosal.
Porque recogí en tus huellas, como un sendero de tules,
Aquellos lotos azules, hermanos de las estrellas.

Porque en mis labios devotos florece tu idolatría
Como una soberanía de estrellas besos y lotos:
Bajo el lucero que arde en símbolo noble y fiel,
Te proclamo y juro ante el, LA PRINCESA DE LA TARDE.

Sea tu albor su primor, tu ternura su paloma,
Y tu delicia el aroma, del jardín de nuestro amor.

(Leopoldo Lugones-Argentino)