domingo, 18 de noviembre de 2007

STEPHEN R. COVEY, ha ayudado a millones de lectores a conseguir el éxito profesional y a la realización personal
Revela un camino para vivir con justicia, integridad, sinceridad y dignidad humana, principios que nos dan la seguridad necesaria para adaptarnos a los cambios, la sabiduría y la capacidad imprescindibles para obtener ventajas de las oportunidades que ofrecen estos últimos.
Personalmente me ayudó muchísimo en mi crecimiento como ser humano. Y me gusta porque no es de los que te dicen que mañana ya va a cambiar; al contrario es un ejercicio de por vida
COVEY es autor, como sabrán de varios libros entre los que se encuentran ; “El liderazgo basado en principios” “Primero lo primero” “los siete hábitos de la gente altamente efectiva” “El octavo hábito”….
Yo voy poniendo en la página, solo resúmenes, o algo como para meditar y pensar, para luego ponerlo a la práctica.
ABSOLUTAMENTE TODO ES UNA TRANSCRIPCIÓN DE LOS LIBROS DE COVEY,
QUE TAL VEZ PUEDA AYUDAR A ALGUNAS PERSONAS.




UN RESUMEN DE LOS SIETE HABITOS
- HABITO 1, SEA PROACTIVO
. El hábito de ser proactivo o hábito de visión personal significa hacerse responsable de nuestras actitudes y acciones. Tomar la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.


- HABITO 2, EMPIECE CON UN FIN EN LA MENTE. Este es el hábito del liderazgo personal. Comience con un destino claro a fin de comprender dónde se encuentra ahora, hacia dónde va y qué valora más.

- HABITO 3, ESTABLEZCA PRIMERO LO PRIMERO. Este es el hábito de la administración personal, que implica organizar y administrar el tiempo y los acontecimientos. Sea un autoadministrador. Organice y ejecute de acuerdo con prioridades.

- HABITO 4, PIENSE EN GANAR-GANAR. Ganar-ganar es el hábito del liderazgo interpersonal. Ganar-ganar es la actitud de buscar el beneficio mutuo. Este modo de pensamiento comienza con el compromiso de analizar todas las opciones hasta que se alcanza una solución satisfactoria para ambas partes o de no hacer ningún convenio en absoluto.

- HABITO 5, PROCURE PRIMERO COMPRENDER Y DESPUES SER COMPRENDIDO. Este es el hábito de la comunicación empática. El entendimiento construye las habilidades de la escucha empática, que inspira apertura y confianza.

- HABITO 6, SINERGICE. Este es el hábito de la cooperación creativa o trabajo en grupo. La sinergia es el resultado de valorar las diferencias aportando juntos perspectivas diferentes en el espíritu del respeto mutuo.

- HABITO 7, AFILE LA SIERRA. Este es el hábito de la autorrenovación . Conserve y aumente su mayor posesión, a si mismo, renovando las dimensiones físicas, espirituales, mentales y socioemocionales de su naturaleza.


LUNES 19 DE NOVIEMBRE

Día litúrgico: Lunes XXXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)
«Tu fe te ha salvado»
Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 19,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!