miércoles, 17 de octubre de 2007

PARA QUE ME SIRVE ESTO

PARA QUE ME SIRVE TODO ESTO

En la compañía donde trabajaba, lo más importante eran las ventas, vender, vender y vender.
Con tal objetivo, desde la casa central se capacitaba a los gerentes y team leaders en el dominio de las técnicas para manejar a los productores, asesores, o como quieran llamarles en todo lo que sea ventas. El nombre era lo de menos, todos nos alistábamos como “vendedores contratados”. No interesaba la identidad propia.
La empresa prestaba servicios las 24 horas del día y los siete días de la semana. No había domingos, feriados, ni día del trabajador. No éramos empleados, formábamos parte de la empresa sin pertenecer a ella, dependíamos de las ventas.
Era muy sencillo: al comienzo del período se establecían los objetivos de cada área. Todo se medía según los resultados. El que o vendía ni producía lo planificado; no alcanzaba los objetivos y tarde o temprano, quedaba en la calle.
Quedaba en la calle es un modo de decir, ya que para las ventas estábamos siempre en la calle. Una vez despedido, el empleado dejaba de “pertenecer” a la prestigiosa compañía multinacional, se quedaba sin el pin, sin los logos, sin los cursos de capacitación en el exterior, sin la tarjeta personal, sin el viaje a las convenciones, sin la fiesta de fin de año…con el currículo bajo el brazo y la carga social y familiar de ser desocupado.


AHORA PARATE Y PENSA

Si por alcanzar los objetivos de la empresa no estás alcanzando los objetivos personales, tarde o temprano estarás en problemas.
Es importante no perder el trabajo; pero hay otras cosas que estás perdiendo a cambio. ¿No es más preocupante haber perdido la fe por ejemplo? ¿De qué te sirve comprar el mundo en cuotas si a cambio te perdés de vivir la verdadera felicidad?
¿De qué te sirve conquistar el mundo entero, si a cambio perdés tu alma?, (le decía Ignacio de Loyola a su amigo Francisco Javier, citando al Evangelio)
La situación económica y laboral del país es preocupante, el desempleo sigue creciendo y volver a la calle a buscar trabajo sería fatal. Pero es más tremendo que en el atardecer de tu vida, te encuentres ante Dios con las manos vacías, desocupado de los problemas del prójimo y con la carpeta curricular de tu vida, bajo el brazo.

Extraído de “Apurado y sin tiempo” Pablo Córdoba