domingo, 21 de octubre de 2007

Rostros en la calle



Martin G.
Despierto en la mañana y los primeros rayos del sol iluminan mi rostro suavemente a través del follaje de los pinos afuera, y entre sus ramas veo por mi ventana el precioso azul del cielo; no puedo evitar pensar en mi corazón: “Que hermoso nuevo día para vivirlo ante la presencia de mi Dios”.Que alegría comenzar el día sabiendo que Dios me ama y que su presencia estará a mi lado en cada pensamiento, en cada lugar al que vaya, en cada situación en la que me encuentre, en cada dificultad y desafío al que deba hacer frente; que su protección me guardará cuando por horas estoy expuesto manejando por las calles de nuestras ciudades del Sur de California. Que motivación saber que estaré inspirado por Dios mientras haga mi trabajo; que tranquilidad saber que el mismísimo creador del universo y de todos nosotros es mi amigo y caminará conmigo todo este día, en cada pequeña detalle, llevándome hoy un peldaño más arriba en esta escalera de la vida.Pronto he de salir a la calle, y por la ventana de mi auto veré cientos de rostros. Los mismos que veo día tras día. Rostros de personas que no tienen este inmenso privilegio de conocer a Jesús; sin duda han escuchado de él, pero que están tan ocupadas corriendo de arriba para abajo como para ponerle siquiera un poquito de atención. Como dice la Biblia: “Solos y sin Dios en el mundo”. ¡Qué pensamiento tan triste!Rostros de hombres y mujeres, todos buscando desenfrenadamente cómo ganar unos dólares más, o cómo superar sus temores, o satisfacer sus deseos que nunca podrán ser satisfechos porque no los buscan del Unico que puede dar verdadera satisfacción.Rostros angustiados por un dolor, por una carga que no pueden sobrellevar solos, pero que bien podrían poner al cuidado de Dios, y él la llevaría por ellos hasta desaparecerla.Rostros de ancianos que han llegado al ocaso de su vida y que cuando miran hacia atrás, no ven sino dolor y equivocaciones, y comprenden que ya es casi demasiado tarde para crear un brillante y mejor futuro. Si en su escasa lucidez pudieran contemplar su presente, descubrirían que es tan vacío como todos los años pasados de oportunidades que malgastaron tras cosas vanas.Rostros de jóvenes estudiantes pensando cómo abordar su siguiente conquista, de la madre con sus niños rumbo a la escuela y preocupada de mil cosas, del trabajador con su lonchera rumbo a otro día de pesada rutina, del ejecutivo engrandecido ante sus propios ojos como un pequeño semi-dios por su traje nuevo y su lujoso carro, de la mujer angustiada porque su esposo no es lo que prometió ser, del hombre frustrado porque no encuentra lo que busca, de la muchacha envanecida y enamorada de sí misma, de niños que ni imaginan en su inocencia el camino tan equivocado por el que los llevan sus padres.Rostros y más rostros. Cientos y miles, pero todos tienen algo en común. Todos llevan la marca clara tras su dibujada apariencia, de estar muy ocupados en cosas urgentes, en un sinfín de problemas por resolver, de necesidades que saciar.Rostros de quienes olvidan lo único que es verdaderamente importante: Dios en el control de sus vidas. ¡Y qué diferencia esto haría!Un rostro así comenzaría el día elevando sus pensamientos al Dios de la vida; sería el rostro de alguien con la certeza de que todas sus cosas, todas sus ansiedades, todos sus problemas, todas sus preocupaciones, todos sus deseos, estarían ampliamente atendidos por quien sí tiene el poder para ocuparse de ellos, dejandote espacio para cosas mejores como soñar con un sueño que sí se cumplirá, ser feliz por el solo hecho de estar vivo, poder amar más allá de la familia y amigos, hallar como contribuír en la vida de los demás, estar agradecido por la oportunidad de un nuevo día.Ojalá tu tengas el rostro de aquel que supo buscar en el lugar correcto