lunes, 26 de mayo de 2008

MIERCOLES 21 DE MAYO

Día litúrgico: Miércoles VII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 9,38-40): En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».
Comentario: Rev. D. José Luis Llaquet de Entrambasaguas (Barcelona, España)
«El que no está contra nosotros, está por nosotros»
Hoy contemplamos cómo alrededor de Jesús se desarrollan unas actitudes y actividades que le pertenecían a Él en cuanto Señor. En el supuesto que comentamos, una persona expulsa demonios; en otras ocasiones, los discípulos son enviados a predicar y a curar. Todo ello lo hacen en nombre de Jesús, puesto que Él es quien aporta la Buena Nueva y quien tiene poder para sanar y exorcizar, manifestaciones todas ellas de su divinidad.
Los discípulos se sorprenden porque la persona que expulsaba demonios en nombre de Jesús «no es de los nuestros» (Mc 9,37). Esta expresión supone una inclusión (los nuestros) y una exclusión (los demás) que denota, al menos, una comparación —no exenta, en el contexto— de una valoración peyorativa hacia el desconocido, porque parece indicar que sólo «los nuestros» podían ejercer esa función exorcista recibida del mismo Cristo. Sin embargo, es Él mismo quien interpreta esta situación desde la clave de la caridad, que debe iluminar todos los acontecimientos: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí» (Mc 9,39).
La historia de la Humanidad, de la propia Iglesia y de cada uno de nosotros está marcada por estos juicios ajenos, en los que solemos equivocarnos, al desconocer los motivos y las circunstancias ajenas. Queremos —tal vez inconscientemente— acaparar los dones eclesiales o personales, y no nos damos cuenta de que unos y otros debemos realizarlos “en nombre de Jesús” y ponerlos al servicio de los demás para beneficio de todos.
Jesús pasó por la vida haciendo el bien. Allí donde hay frutos de bondad y amor, allí Dios está operando y cooperando. Agradezcamos a Dios la diversidad de dones que reparte dentro y fuera de su Iglesia, y queramos prolongar cada uno de nosotros, “en nombre de Jesús”, la riqueza abundante que hemos recibido, teniendo caridad en todo, a la vez que distinguimos la unidad de lo necesario y la diversidad de lo opinable, como san Agustín invitaba a considerar a los creyentes en los principios de la Iglesia.