miércoles, 26 de diciembre de 2007

COMENTARIOS DE SACERDOTES JESUITAS

Encuentros con la Palabra
Domingo III Adviento – Ciclo A (Mateo 11, 2-11) – 16 de diciembre 2007
“¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

“Juan, que estaba en la cárcel, tuvo noticias de lo que Cristo estaba haciendo”. Las noticias sobre las obras que Jesús estaba realizando entre sus paisanos se estaban propagando como “chispas que prenden entre el rastrojo” (Sab. 3, 7). Pasaban de boca en boca con la rapidez del rayo. Para algunos eran motivo de alegría, pero para otros eran escándalo… que literalmente significa, ‘motivo de tropiezo’.

¿Cómo puede ser posible que los signos que el Señor Jesús estaba haciendo en medio de su pueblo pudieran tener significados tan diversos? Según el texto de Mateo que nos presenta hoy la liturgia, las señales que Jesús estaba haciendo eran admirables, desde todo punto de vista: “(…) los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Sin embargo, Jesús añade una frase que no deja de ser enigmática para nosotros hoy: “¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!”

¿A quién le podría causar escándalo que Jesús hiciera obras tan prodigiosas? ¿Para quién podría ser motivo de tropiezo que los ciegos recuperaran la vista, que los cojos pudieran volver a caminar, que los leprosos fueran sanados, que los sordos recobraran la capacidad de oír y que a los pobres se les anunciara la buena noticia? A nosotros nos parece imposible, pero por lo visto, en el tiempo de Jesús, esas fueron, precisamente, las razones por las que se le condenó a muerte. La sociedad de su época no podía aceptar que un pobre carpintero, sin muchos títulos nobiliarios ni estudios suficientes, llegado de los márgenes geográficos, culturales, religiosos y políticos de su país, se convirtiera en el Mesías esperado por el pueblo. Eso no podía ser posible. Era motivo de escándalo.

La salvación que Dios nos ofrece nos llega, la mayoría de las veces, a través de medios insospechados, novedosos, desconcertantes. Los caminos de la salvación desencajan y rompen nuestros prejuicios, abriéndonos a la novedad absoluta de Dios. Esa persona que no nos podemos tragar, ese cambio que no esperábamos, esa enfermedad que viene a deshacer nuestro paraíso, ese acontecimiento que desordena nuestros planes… ¿Será que a nosotros no nos escandalizan los caminos de Dios? ¿Hemos acogido, con fe los vericuetos que ha dado nuestra vida? ¿Hemos reconocido como salvación aquellas situaciones que nos han sacado de nuestros esquemas y prejuicios?

Así es la pedagogía de Dios y, aunque llevamos muchos siglos tratando de entenderla, todavía hoy, los caminos de la salvación que Dios nos ofrece, son motivo de escándalo o de tropiezo para muchos de nosotros… “Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes” (Is. 55, 9). Pidamos al Dios de la vida, que sepamos reconocerlo en este tiempo de Adviento. Que las señales de su presencia no se conviertan para nosotros en motivos de escándalo, en piedras de tropiezo. Que abramos nuestro corazón a la novedad de un Dios que decide abandonar su seguridad y su trono, para abajarse en el pesebre de Belén, revelando, de una vez y para siempre, su preferencia por lo despreciado de este mundo.

* Sacerdote jesuita, Director del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE)
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.