viernes, 22 de febrero de 2008

COMENTARIO DE SACERDOTES JESUITAS

Encuentros con la Palabra
El Bautismo del Señor – Ciclo A (Mateo 3, 13-17) – 13 de enero de 2008
“(…) es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

“Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan, para que este lo bautizara”. Ver a Jesús, el autor del bautismo, pidiéndole a Juan que lo bautice, todavía hoy nos puede impresionar. Con este relato se abre el ministerio público de Jesús. Después de pasar muchos años en un completo anonimato en medio de su familia y de su pueblo, Jesús decide salir para comenzar a enfrentar su propia misión, y lo hace uniéndose a este movimiento de conversión que se suscitó al sur del país, liderado por Juan el Bautista. A partir de aquí, san Mateo comienza a presentar las acciones y los discursos de Jesús, que habían sido recogidos por la tradición que él recibió y de la cual fue testigo privilegiado.

No se trató solamente de un acto de humildad, como algunos comentadores suelen afirmar. En el gesto de unirse a la larga fila de pecadores públicos que buscaban en el bautismo de Juan un aliento para su camino, hay mucho más. Jesús mismo sentía la necesidad de un cambio de rumbo. El camino que llevaba su vida se iba agotando y tenía que abrirse a otros horizontes. Eso no significa que Jesús se sintiera pecador… para sentir la necesidad de cambio en la propia vida, no tenemos que estar, necesariamente, atrapado por el pecado. Muchas veces tendríamos que sentir una necesidad de cambio, una llamada a buscar nuevos caminos que despejen nuestras rutas de una cotidianidad que ha dejado de fluir al ritmo de Dios.

Mateo describe el momento del bautismo como un momento de confirmación, en la que Jesús recibe la fuerza del Espíritu de Dios, que bajó hasta él ‘como una paloma’. Y “se oyó una voz del cielo que decía: ‘Este es mi Hijo amado, a quien he elegido”. Tal vez ninguno de nosotros recuerde su propio bautismo, pero podemos estar seguros de que ese día también nosotros recibimos estos dos regalos de parte de Dios… En primer lugar, recibimos el Espíritu Santo de Dios… su fuerza nos acompaña a lo largo de nuestra vida y nos capacita para hacer presente a Dios en medio del mundo. Tal vez no seamos conscientes de ello, pero el bautismo de Jesús nos recuerda que el Espíritu de Dios habita en nosotros y que, a pesar de nuestra debilidad o nuestro pecado, Dios sigue luchando en nuestro interior por hacer de nosotros hijos e hijas en plenitud.

Por otra parte, esta fiesta del Bautismo es un momento para escuchar esa voz de Dios que hoy vuelve a decir de cada uno de nosotros: “Este es mi hijo/a amado/a, a quien he elegido”. Sentir esta predilección de Dios por la humanidad, y sentirnos elegidos y amados por Dios en este momento particular de nuestra historia, nos invita a tener confianza en él y a sobrellevar con paciencia las dificultades que nos presenta la vida. Estos dos regalos que recibe Jesús en su Bautismo, los recibimos también nosotros todos los días. Con ellos podemos enfrentar nuestro propio camino de crecimiento.

Podríamos preguntarle hoy al Señor, qué es lo que nos está pidiendo que cambiemos hoy en nuestra cotidianidad, cuando nos recuerda que hemos recibido el Espíritu Santo y cuando vuelve a recordarnos que somos amados y elegidos por Él para ser sus hijos. Con estos dos regalos, no hay dificultad ni reto que no podamos enfrentar y superar. Su amor y su gracia nos bastan, como termina la oración de ofrecimiento de Ignacio de Loyola.

* Sacerdote jesuita, Director del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE)
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