viernes, 22 de febrero de 2008

COMENTARIO DE SACERDOTES JESUITAS

Encuentros con la Palabra
Domingo III del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 4, 12-23) – 27 de enero de 2008
“Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente (…)”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

“Cuando Jesús oyó que habían metido a Juan en la cárcel, se dirigió a Galilea”. Allí, al norte del país, le esperaba su misión que no fue otra que convocar a un grupo de hombres y mujeres para ser sus discípulos y para construir con ellos una comunidad de hermanos que reconociera a Dios como Padre de todos. Un Dios Padre-Madre, que quiere que sus hijos vivan en abundancia y que alcancen una vida plena, como la suya. Un Dios que quiere darse completamente a cada uno de nosotros. Un Dios que no se queda tranquilo en su trono, sino que desciende para acercarse a nuestra humanidad ‘agobiada y doliente’.

Ese es el núcleo de la acción salvífica de Jesús y del anuncio del reino, tal como nos lo revelan los evangelios. Hay personas que creen que es como poca cosa que Jesús se hubiera dedicado los tres años de su vida pública a explicarnos que Dios es un Padre misericordioso y que el proyecto de este Padre es que todos sus hijos vivan como hermanos. Muchas veces enredamos el mensaje y lo hacemos más complejo, con la idea de hacerlo un poco más ‘interesante’ y no tan simple.

El texto que nos presenta hoy la liturgia ofrece tres escalones así: 1) El llamado a colaborar con Jesús en su proyecto de salvación, haciéndose también ‘pescadores de hombres’, como invita a Pedro y a su hermano Andrés. 2) El anuncio de la buena noticia del reino. Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas de cada lugar que el reino de los cielos estaba cerca e invitaba a todos a volverse a Dios. 3) La acción de curar a las gentes de todas sus enfermedades y dolencias. Esta es la forma como Dios iluminó la oscuridad en la que vivía el mundo, esta es la gran luz que brilló “para los que vivían en sombras de muerte”.

Aunque el orden que he presentado es el de la acción de Jesús en el Evangelio, tal como nos lo presenta San Mateo, sus seguidores debemos practicar estas tres cosas de atrás hacia delante. El punto de partida de nuestra acción es curar las enfermedades y las dolencias de los que tenemos a nuestro alrededor. El Evangelio (Buena noticia) comienza por el amor a los demás, hecho obras y no sólo buenas intenciones. La práctica del amor no está eximida para nadie. Por allí comienza el auténtico anuncio y la verdadera educación en la fe.

En segundo lugar, tenemos que hacernos mensajeros de la Buena noticia para los demás, anunciando que el reino de Dios ya sucediendo en medio de nosotros, primero con nuestras obras y luego con nuestras palabras que acompañan y dan sentido a nuestra acción. Y así se da el tercer paso, que es invitar a otros para que unan a este proyecto de Dios que es hacer una sola familia en la que todos nos sintamos y vivamos como hermanos.

* Sacerdote jesuita, Director del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE)
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