viernes, 1 de junio de 2007

El amor a la Patria es un valor schoenstattiano

En Schoenstatt nuestro Padre Fundador nos enseño la importancia de cultivar todos los vínculos queridos por Dios para lograr el desarrollo pleno de nuestra personalidad. Entre ellos mucho habló del amor al terruño, al hogar. Con esta terminología él hacía referencia a Dios como hogar original y final del hombre, al corazón humano llamado a convertirse en hogar para los demás, al hogar familiar, al santuario como hogar espiritual para el hombre desarraigado y desvinculado de hoy. Con ello aludía a esa necesidad física, psíquica y espiritual que el hombre tiene de tener casa, lugares a los que pertenecer, en los que se sienta acogido y que pueda enraizarse, en los le sea dado vivir relaciones de comunión y solidaridad con los otros y asumir proyectos comunes de vida.

A este orden de vinculaciones pertenece sin duda el amor a la patria, como un vínculo necesario para la personalización del ser humano

Hoy en día el llamado patriotismo es un termino que no esta de moda sino por el contrario, cada vez esta peor considerado pues se le considera contrario a esta corriente imperante de desmembramiento de España, en aras de satisfacer las pretensiones de los distintos nacionalismos y nacionalistas.

Sin embargo el amor a la propia patria ha sido siempre una virtud. Ha suscitado poemas y canciones, ha inspirado a muchos en sus luchas por conseguir la excelencia en cualquier ámbito de la vida del hombre. Por la patria, por su unidad, por su defensa y por su grandeza muchos se han sacrificado hasta entregar con alegría lo mejor de sí mismos y hasta la propia vida, sabiendo que ello lo merecía. Es propio de espíritus grandes y generosos este amor y este sentimiento de pertenencia gozosa a la nación de cuyo patrimonio histórico, cultural y religioso se saben deudores y portadores.

Educar y suscitar en las generaciones jóvenes este sentimiento es sin duda una forma de asegurar la permanencia y el engrandecimiento de la nación que les ha visto nacer y al mismo tiempo es darles casa, arraigo, un hogar existencial, fundamento indispensable para que puedan construir una personalidad sólida, armónica, capaz de enfrentar los retos de una vida moderna que genera tantas fuerzas disgregadoras.

Nada se puede construir sobre la amnesia histórica, sobre la negación de las propias raíces, sobre el falseamiento deliberado del pasado que ha generado el presente. Si el hombre no sabe quien es, ni de donde viene tampoco sabrá a donde se dirige. Será un ser carente de identidad propia, desorientado y vulnerable, presa fácil de cualquier poder o grupo de presión que quiera utilizarle para sus fines.

Un hombre sin patria es un vagabundo ante todo espiritual, que gastará su vida en la más pura esterilidad. Es como una planta que al no tener una tierra donde echar raíces, se acaba muriendo sin haber podido crecer ni dar frutos. Todo proyecto personal de vida necesita lo primero, un humus que lo acoja, lo nutra y le permita desarrollarse hasta poder ofrecer y enriquecer a los otros con el resultado de la propia peculiaridad.

La patria es la suma de innumerables proyectos de vida, de múltiples desarrollos personales originales conocidos u ocultos que se han puesto al servicio del todo y que a través de generaciones y generaciones han ido construyendo la casa común, depositaria de un riquísimo patrimonio para ser compartido por todos y han ido forjando su acontecer histórico.


La patria es un bien de todos que exige ser considerado como tal. Nadie tiene, pues, derecho a trocearla y dividirla en compartimentos para uso y disfrute de unos pocos (porque ese es el verdadero motivo de todos estos nacionalismos exacerbados…)

España nos pertenece a todos, hasta el último rincón de ella. Tenemos la obligación de defender su unidad, la solidaridad entre todas sus regiones y la igualdad de todos los españoles en cualquier lugar de España en que vivan y trabajen.

Hay que recuperar proclamar sin miedos ni complejos el amor a la patria tal y como nos ha sido entregada, porque amar a la propia patria es amarnos a nosotros mismos, es conocernos y poder proyectarnos juntos en el mundo. Velar por su integridad no es aplastar su diversidad, porque ella adquiere su brillo precisamente en el contexto de la totalidad. Es en realidad preocuparse de que la multiforme riqueza que la compone pase sin mermas ni mutilaciones a las generaciones venideras y siga incrementándose a lo largo de los siglos.

Mercedes Soto