viernes, 1 de junio de 2007

Maria, instrumento de Dios
Padre Ignacio Larrañaga

La verdadera devoción a la Virgen “no consiste ni en un afecto estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos impulsados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”. La imitación de María es precisamente otro aspecto de la vida mariana. Sólo Jesús es el “camino” que conduce al Padre, él es el único modelo; pero ¿quién es más semejante a Jesús que María? ¿quién poseyó con más profundidad que María los mismos sentimientos de Cristo? “¡Oh Señora! –exclama San Bernardo- Dios mora en ti y tú en él. Tú le revistes con la sustancia de tu carne y él te reviste con la gloria de su Majestad”.Al encarnarse y habitar en el seno purísimo de la Virgen, Jesús la revistió de sí, le comunicó sus perfecciones infinitas, le infundió sus sentimientos, sus deseos, su querer; y María, que se abandonó totalmente a aquella acción profunda de su Hijo, fue transformada plenamente en él, hasta ser su más fiel retrato.“María –canta la liturgia antigua- es la imagen perfectísima de Cristo, pintada al vivo por el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús, se posesionó plenamente del alma purísima y dulcísima de María, y esculpió en ella, con una perfección y delicadeza sumas, todas las líneas, todas las características del alma de Cristo; con razón se puede decir que imitar a María es imitar a Jesús. Precisamente por esto nosotros la elegimos por modelo. Del mismo modo que no amamos a María por sí misma, sino en orden y en unión con Cristo, de quien es imagen perfectísima, Jesús es el único camino que lleva al Padre, y María es el camino más seguro y más fácil para ir a Jesús.Al encarnar en sí las perfecciones del Padre, Jesús nos hizo posible su imitación. María, modelando en sí las perfecciones de Jesús, nos las ha puesto más a nuestro alcance. Por otra parte, nadie podrá decir con mayor sinceridad y verdad que María: “Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” (1Cor 4, 16). Como Jesús vino a nosotros a través de María, así tenemos que ir nosotros a Jesús por medio de María